jueves, 21 de febrero de 2013

~8.

- ¿Estás segura? - pregunta, rozándome la mejilla con sus dedos. Asiento y se acerca.

Y sus labios se pegan a los míos de una forma extraña, lenta, tierna, quizá más de lo que me imaginaba. Seguimos así un tiempo, sin pegarnos, e incluso yo me intento pegar más a él, pasando mis brazos por detrás de su cuello, aunque estoy tan nerviosa que me tiembla todo el cuerpo, y rezo para que él no se dé cuenta.

Al cabo de un rato me doy cuenta de que soy un ser vivo que necesita respirar, o si no, muere asfixiado, y me separo de él, con la respiración entrecortada. Gerard toma rápidamente bocanadas de aire y se abalanza sobre mí de nuevo, dándome un segundo beso menos tímido que el primero.

Después de lo que parecen diez segundos, salimos del coche de la mano y me acompaña hasta la misma puerta de mi casa. Me sonríe y yo me sonrojo. No sé qué decir, así que mejor me quedo callada.

- ¿Te paso a recoger a las 10?

- Un poco tarde, ¿no crees?

Arquea una ceja y sonríe.

- No vas a cambiar nunca - murmura, acariciándome de nuevo la mejilla.

- ¿Para qué?

- Tienes razón. Me gustas mucho así - dice, pegado a mis labios.

Ésta vez soy yo la que se abalanza sobre él y lo besa. Corresponde muy bien al beso y yo siento que las mejillas me arden después de mi pequeña iniciativa en algo. Caigo en la cuenta de que Jade debe de llevar un rato esperándome y me separo de Gerard.

- ¿Me estás echando sutilmente? - pregunta, reprimiendo una sonrisa.

- Puedo echarte a patadas, si lo prefieres - contesto, ladeando la cabeza.

- Eres una enanita enfadona.

- Perdona, pero no soy tan bajita.

- Nos vemos después - dice. Me da un rápido beso y se dirige al coche. Me muerdo el labio y entro a casa, en busca de Jade.

Miro en el salón y no la encuentro. En realidad no hay sonido alguno en la casa, y yo me extraño. ¿No está? Es raro. Miro en la cocina y no hay nadie, pero tampoco alguna nota que diga que ha salido. Subo escaleras arriba por si está en su habitación durmiendo, y al acercarme a la puerta, escucho unos sollozos.

Me quedo parada mirando la puerta y no sé si entrar o no. Es mi hermana, y confía en mí más que en ella, y aún así no sé si quiere verme, sea lo que sea lo que le haya pasado.

Toco suavemente la puerta y los sollozos cesan de inmediato. Pero no me abre.

- Pasa - dice, con una voz que me cuesta oír desde detrás de la puerta.

Abro y la veo sentada en la cama, echa un ovillo. No me está mirando, pero sé que tiene los ojos hinchados de llorar. ¿Qué habrá pasado?

- ¿Sabes? No deberías dejar que pase cualquiera a tu habitación, y no preguntar quién es. A lo mejor Slenderman, o el Hombre del Saco, te pueden hacer una visita, y tú los dejas secuestrarte sin poner resistencia.

Escucho que suelta una risita y se incorpora en la cama. Tal y como sospechaba, tiene los ojos hinchados de haber estado llorando bastante rato. Me siento en la cama y la miro. Me abraza y se echa a llorar en mi hombro. Sabe lo que le voy a preguntar, así que dejo que se desahogue en mi hombro, y se tranquilice, antes de hablar.

Aguardo pacientemente, hasta que se separa de mí, y se limpia la nariz con un pañuelo. Me mira y suspira, y yo me dispongo a centrar toda mi atención en ella.

- Alex. Juega a dos bandas - murmura, bajando la vista.

"Será cabrón", pienso.

- Me dijo todas las cosas que me dijo, sólo para... tener alguien con quien estar mientras intentaba ligar con otra chica. Soy tan estúpida...

Le levanto la barbilla y la abrazo.

- No eres estúpida, eres humana, y por desgracia te gusta ese engendro. No es tu culpa.

- Creí que había cambiado...

- Hasta el más sabio se equivoca. No le des más vueltas. Hoy fiesta en casa de Ray.

- No estoy de humor...

Me levanto de la cama y la miro con una sonrisa.

- Pero hay alguien allí que sí querrá verte.

Sonríe también, y se quita las lágrimas de la cara.

~

- Liv, este es Ray - dice Gerard, señalando a un chico de pelo afro que me mira con una sonrisa.

- Hola - dice, dándome dos besos en las mejillas.

- Hola - respondo, algo tímida.

- Así que tú eres la famosa Liv - dice sonriendo.

- Y tú el famoso Ray. Christa se pasa el día hablando de ti - contesto, sonriendo a Christa, que se encuentra a su lado.

- Y tú la famosa Liv. La chica que Gerard no saca de la boca en todo el día - río y Gerard me coge de la mano. - Siento no habernos presentado mucho antes, pero he estado ocupado - se excusa. 

- No te preocupes - hago un gesto con la mano, restándole importancia. - El caso es que ya nos conocemos.

- Sí - contesta. - ¿Queréis algo de beber? - pregunta.

Gerard y yo asentimos, y Christa y Ray se van a la mesa donde están las bebidas, para servirse. Nos quedamos solos y yo le cuento brevemente lo que ha pasado con Jade y Alex. 

- Ese chico es un gilipollas - dice, cuando he terminado de hablar. - Más de una vez he cruzado palabras con él. Es absolutamente subnormal.

- ¿En serio? ¿Has tenido problemas con él?

- Frank - dice. Asiento. - Alex se las daba de popular, y en uno de sus arrebatos, le dio por meterse con Frank. Él me lo contó, y Ray y yo fuimos a darle una pequeña visita.

- Ojalá hubiese aprendido... - asiente. - Por cierto, ¿y Mikey?

- Con Alicia, ¿no te acuerdas?

- Ah, sí, es verdad.

Entonces recuerdo que Mikey había viajado con Alicia fuera de la ciudad, porque ella quería presentarle a sus padres. Todo iba muy rápido entre ellos, pero ninguno éramos nadie para decirle que fuese más lento.

- ¿Le dirás cuando vuelva que quiero quedar con él para tomar un café? - le pregunto a Gerard. Asiente y se acerca. - ¿Qué vas a hacer?

- Presumir de novia - contesta, besándome con una sonrisa en los labios.

~

Me dirijo al baño, y agradezco que la música en la planta de arriba no se escuche tan fuerte. Escucho pasos por las escaleras y supongo que será otro de la fiesta con prisa por entrar al baño. Miro y veo a la persona que menos quiero ver en este momento.

- ¿Qué haces aquí? - pregunto, cruzándome de brazos.

- Todavía tengo libertad para ir a una fiesta - responde, con sorna.

- Alex, en serio, nadie te quiere aquí - contesto, poniendo fin a la conversación.

- Eh, ¿tienes prisa?

- Pues sí.

- ¿Para qué?

- Para dejar de hablar contigo.

Me doy la vuelta y me agarra del brazo.

- Suéltame.

- No hasta que me hayas dicho dónde está Jade y su amiguito el de los rizos.

- No pienso decírtelo.

- Entonces tienes un grave problema, niña - dice, acercándose a mí. Se me acelera el pulso e intento zafarme de él, pero se me hace imposible.

- Suéltala, cabrón - dice alguien, detrás de mí.

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