jueves, 14 de febrero de 2013

~2.

- Puta - susurra Alex, pasando al lado de Jade.

- Cabrón - contesta ella, tirando un trozo de patata frita a su cabeza.

- ¡Jade! - murmuro, mirándola horrorizada.

- Ha empezado él.

- ¿Sabías que la ignorancia es el mejor insulto?

- No, el mejor insulto sería pegarle una patada en la entrepierna, pero resulta que nunca se da el momento ideal para hacerlo.

- Déjalo estar, ¿quieres? Ya pasó.

Me mira y relaja su expresión.

- Tienes razón. Es que, me saca de quicio, y cuando lo veo me acuerdo de todo lo que ha pasado, y...

- Está bien - la corto. - Está bien.

Seguimos comiendo en silencio mientras se escuchan los gritos de los demás alumnos detrás nuestra. Clavo mi vista en el plato que tengo delante e intento comer por lo menos la mitad.

- Come - susurra Jade, sonriéndome.

- Hola, Liv - saluda alguien.

Me giro y veo a Mikey, con una bandeja de comida y una sonrisa. Miro a Jade, que está sonriendo.

- Hola Mikey - contesto, sonriendo también.

- ¿Puedo sentarme con vosotras?

- Claro - se apresura a contestar Jade.

- Gracias - dice. Aparece Christa detrás de mi hermana y se sienta a su lado. Empiezan a hablar y yo me quedo mirando mi plato. La verdad es que no me apetece comer en absoluto. - ¿No comes? - pregunta Mikey, mirando mi plato, y comiendo del suyo con ansia.

- No tengo mucho apetito - contesto, sonriendo.

- Come - me ordena mi hermana, que había parado su conversación con Christa para decírmelo. La miro y resoplo. Me llevo un trocito de carne a la boca, lo mastico y lo trago. Jade sonríe y vuelve a lo suyo.

- Hermanas mayores... - murmura Mikey sonriendo.

Justo aparece otro chico moreno, más bajito, detrás de Mikey y se sienta a su lado. Mi hermana y Christa dejan de hablar y clavan su mirada en él.

- Iero, ¿qué quieres? - pregunta Christa, bebiendo de su Coca-Cola.

- Comer - contesta, encogiéndose de hombros. - ¡Eh! - me mira. - Tú debes de ser la hermanita de Jade, ¿no? - Asiento. Se levanta y se sienta a mi lado. - Me llamo Frank.

- Liv - contesto.

- ¿Vas a ir al baile de Bienvenida?

- ¿Al qué? - le pregunto.

- Es un baile que se hace por la inauguración del nuevo curso. Es muy de instituto, pero esto es América.

- Entiendo - contesto, seca.

- Frank, déjala en paz - pide mi hermana, mirándolo seria.

- No le estoy haciendo nada, le estoy preguntando - contesta él, pasando su brazo por mis hombros. Agacho la cabeza y me miro las rodillas, sin querer levantar la vista de ahí. - Entonces, ¿vas con Mikey?

Le miro y me sonrojo. Mikey es una persona que he conocido hoy, ¿acaso tengo que querer salir con él ya? Además, si Frank piensa eso, está muy equivocado.

- No va a ir al baile - contesta Jade, fría. Frank percibe el tono amenazador de su voz pero lo ignora.

- Y dime, ¿piensas esa noche hacerle una... ya sabes... a Mikey?

Me quedo en blanco y miro a la mesa. Veo que Mikey ha dejado de comer y parece muy incómodo. Christa reprime una sonrisa por la situación, pero mi hermana está a punto de explotar.

- Perdonad - digo, levantándome y yendo hacia el baño del comedor.

Me encierro en un cubículo y empiezo a respirar demasiado rápido. Me falta el aire. Me pasa siempre que me pongo demasiado nerviosa en una situación que no controlo, o eso dice mi psiquiatra. ¿Una qué? ¿Qué narices estaba insinuando Frank? Me imagino qué es, pero quiero creer que no es eso.

Escucho un golpe seco fuera del baño y dejo de respirar. Escucho la voz de mi hermana y pongo atención a lo que dice.

- Escúchame enanito de tres al cuarto, mi hermana está enferma, ¿entiendes? Tiene problemas, y acaba de salir de rehabilitación, y no para que tú le toques las narices el primer día, ¿me estás oyendo? O dejas de hacerte el chistoso con mi hermana, o te pego una patada en los huevos que te dejo estéril el resto de tu vida.

- ¡Venga Jade! - replica Frank, riendo. - Ha sido una broma.

- Mi hermana no es una novata nueva que le importa un carajo lo que uno de último año le diga. Te lo estoy advirtiendo Frank, si vas a hablarle así a mi hermana, no le dirijas la palabra el resto de tu estancia aquí, o te juro que no sólo te dejo estéril, es que encima te castro. ¿Lo has entendido?

- Vale, vale, bruta. No hace falta que me quites mi instrumento.

- Deja de ser un cerdo y pídele perdón a mi hermana.

- Vale, vale. ¿Dónde está?

- ¡Pues en el puto baño de chicas por tu culpa, anormal!

- Ya vale, Jade - replica Christa. - Lo ha entendido.

- Y tú no le defiendas sólo porque te guste el amigo suyo.

- No sólo le gusta, encima están tonteando - dice Frank, soltando una risita.

- Busca a Liv y volved los dos al comedor - contesta Christa.

Alguien entra al baño y yo me quedo aún más en silencio en el cubículo. Lo cierto es que no me apetece hablar con él. Ni con nadie.

Esos pensamientos están volviendo a mi cabeza. Vuelven lentamente y yo quiero pararlos, pero no puedo. La cabeza me da vueltas y yo deseo coger cualquier cosa para aliviar esos pensamientos. Meto los dedos en mi calcetín y saco una pastillita. La tomo y apoyo la cabeza en la pared.

A esperar.

~

- ¿Por qué yo? 
 - ¿Por qué tú, qué?

- ¿Por qué no he podido ser normal nunca? ¿Por qué me toca ser a mí la loca?

- ¿Crees que estás loca? 

- Creo que no soy como las demás chicas de mi edad.

- No, ciertamente no eres como las chicas de tu edad. ¿Qué te hace pensar eso?

- Pienso cosas, y veo cosas...

- ¿Qué cosas?

- Muerte. Veo muerte. Y pienso en muerte.

- ¿La muerte de quién?

- La mía... veo mi muerte, una y otra vez. Dime, por favor, dime, ¿es grave lo que me pasa en la cabeza?

- ¿Liv? - susurra alguien. Muevo la cabeza pero no puedo abrir los ojos. - ¿Liv? ¿Me oyes? - hago un ruidito afirmativo e intento mover los brazos para intentar despejarme los párpados. 

Cuando por fin consigo abrirlos, veo que no estoy en el cubículo del baño, sino que estoy en una cama blanca, una cama igual que las tantas en las que he estado. Estoy en un hospital. Miro a mi alrededor y veo a Jade con Frank y Mikey. Intento levantarme pero noto un punzón de dolor en la cabeza y vuelvo a tumbarme.

- Liv, por fin despiertas - murmura Jade, acariciándome el pelo. 

- ¿Dónde estoy?

- En un hospital - contesta ella. 

- ¿Cuánto hace que estoy aquí?

- Son casi las diez de la noche. Llevas aquí casi once horas. 

- Hey, Liv - susurra Mikey acercándose por el otro lado de la cama. - ¿Cómo te encuentras?

- Bien - contesto. - Pero me duele la cabeza.

- Te desmayaste, supongo que es normal - contesta Frank, acercándose también. - Lo siento Liv, no quería que te pasara esto. Nadie le afecta tanto lo que digo, por eso no pensé que a ti podía pasarte algo así. Discúlpame.

- No te preocupes - le contesto, sonriendo.

- Sí, no te preocupes - dice Jade, mirándolo amenazadoramente.

- Déjalo estar, Jade. No lo ha hecho con mala intención - replico.

- Chicos, ¿podéis salir fuera un segundo? Necesito preguntarle algo a mi hermana.

Los dos asienten y salen de la habitación. Quedamos a solas y mi hermana da un giro sobre sí misma, acariciándose la frente. Suspira y me mira.

- ¿Dónde escondes las pastillas?

Me quedo mirándola. ¿Cómo lo ha sabido? Entonces miro por la ventana y veo un edificio que me resulta familiar. El psiquiátrico.

- ¿Estoy en el hospital del psiquiátrico? - pregunto, alterándome.

- ¿Dónde escondes las pastillas?

- Contéstame.

- Yo pregunté primero.

Suspiro resignada y miro a Jade, que tiene los ojos acuosos.

- ¿Qué intentaste hacer, Liv?

Me quedo mirándola y sonrío.

- Intentaba huir. 

- Si querías irte, me lo podías haber dicho y te llevaba a casa.

- No, Jade; intentaba huir.

Entonces Jade comprende el sentido de mi tono de voz y se pone seria. Ya lo sabe. Sabe que escucho voces otra vez.

- ¿Desde hace cuánto?

- Desde hace unas catorce horas.

Suspira y deja que una lágrima le caiga por la mejilla mientras se frota la frente.

- ¿Es por la universidad? ¿Es demasiado pronto para llevarte?

- No - contesto. - Simplemente han aparecido. No tiene nada que ver con eso.

Llaman a la puerta y entra un hombre, con barba blanca y unas gafas cuadradas. Me mira con una sonrisa y le sonrío de vuelta.

- Veo que ya has despertado - dice, con su natural voz ronca.

- Sí - contesto.

- Liv, Liv, Liv. Cuándo dejarás de sorprenderme.

- Nunca, supongo.

- Eso está bien, pequeña - dice, tendiéndole a mi hermana el historial clínico, y la hoja del alta.

- ¿Tendré que venir más?

- Te dije que a la próxima vez que te tomaras una pastilla que no era las que te receto te doblaría las sesiones de terapia. Así que ya lo sabes.

- De acuerdo - acepto.

El doctor hace ademán de salir pero lo freno antes de que salga.

- ¿Están dos chicos fuera?

Él se asoma y vuelve a fijar la vista en mí.

- Hay un tercero. Otro chico de pelo negro ha venido a verte.

Me da un vuelco el corazón, aunque no sé quién puede ser. Miro a mi hermana y veo que sonríe.

- Es el hermano de Mikey. Gerard, creo que se llama. Ha venido a por Mikey, ya que no aparecía por casa. 

Asiento y miro por la ventana de nuevo. Mi hermana acaba de firmar los papeles y sale de la habitación. Todo se queda en silencio y respiro hondo. Ya no escucha nada fuera. Los tres chicos ya se han ido. 

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