domingo, 17 de febrero de 2013

~5.

Le miro y veo que sonríe. Y no sé si lo hace por tenerme acorralada, o por lo que pueda pasar en el momento en que decida acercarse unos centímetros. Decido volver atrás en el tiempo e interrumpir el incómodo momento, que aunque no me importa vivirlo, creo que es muy, muy pronto para que pase algo entre ambos. Además, tengo algo que preguntarle.

- Cuando llegamos al baile - empiezo a decir -, dijiste que sabías lo que me pasa. ¿Qué sabes?

Él se queda serio, mirándome sin decir nada. Al cabo de un rato pone la otra mano en la pared, y mi única salida queda cerrada.

- No me cambies de tema - susurra, acercándose.

- No, Gerard - digo, poniendo mis manos en su pecho, intentando echarle hacia atrás. - Quiero que me digas qué sabes.

Suspira y se aleja de mí unos pasos. Se pasa la mano por el pelo, y yo me froto los brazos con las manos. Se me acelera el pulso conforme pasa el tiempo y él no dice nada. ¿Qué sabe? No es que no confíe en él, es que no lo conozco tanto como a Mikey. Que él lo sepa no me importa, porque al fin y al cabo, me acompañó tanto como Jade cuando estuve otra vez en el hospital. Es como mi mejor amigo. Y Gerard es como el hermano de mi mejor amigo con el que he hablado tres veces.

- Esto sé - me coge de la muñeca y me levanta el brazo, mientras que con la otra mano me sube la camiseta por la cadera, y deja al descubierto unos cortes bastante recientes.

- ¿Cómo...? - pregunto en un susurro, zafándome de sus manos y cubriéndome de nuevo la cadera.

- No soy estúpido, Liv - dice, tranquilo. - Cuando recogí a Mikey del hospital sé que eras tú la que estaba ahí, más que nada porque durante varios días Mikey no habló nada de ti, de si habíais hecho algo en clase. Además, hoy cuando has venido a mi casa y estabas a mi lado en el fregadero, se te ha levantado un poco la camiseta y lo he visto.

Lo miro, sin saber qué decir. Si Jade se entera de que lo sabe, me mata. Intento tranquilizar la situación diciendo que los cortes son más antiguos, que son de antes de que fuese al hospital.

- Liv, que no soy estúpido - dice, frotándose la barbilla. - Sé lo que son los cortes, y sé que esos son de hace tres días o menos. ¿Por qué lo haces?

Trago saliva y me siento en el porche, mirando al suelo. No me atrevo a dirigir mi mirada a la suya. No me atrevo a decir nada. Es la primera vez que alguien se da cuenta de algo así. Siempre lo había escondido. Inclusive, se lo he escondido a Jade, y ella parece no haberse dado cuenta de nada. De que estoy peor. De que necesito las terapias dobles otra vez.

Gerard se sienta a mi lado y suspira, mirando la carretera que tenemos delante. Al cabo de un rato me mira, y yo empiezo a llorar. No dice nada, me abraza y yo dejo que lo haga. Y dejo que acaricie con sus finos dedos las cicatrices de mis caderas con una mano, y las de mi muñeca izquierda con la otra. Es un contacto mínimo, apenas unos roces, y es tan dulce que me hace querer contarle todo lo que pienso.

- ¿Estás bien? - dice, al cabo de un rato, cuando he dejado de llorar. Asiento.

- Cuando era pequeña, las niñas de mi clase me insultaban a menudo, porque solía estar gordita - empiezo a decir. Gerard se incorpora y se apoya completamente en la pared, pero sin dejar de abrazarme y acariciarme -, y durante años quise adelgazar para ser como ellas, porque ellas estaban tan delgadas que no tenían problemas en los ejercicios de educación física, y yo tenía más peso del que debería para mi edad, y eso era un inconveniente. Mi padre decía que no era nada malo, que no debería pesar menos, porque si no sería una niña débil - suelto una risita -, y ahora soy débil, y no precisamente se debe a mi peso. Cuando tenía once años, casi doce, empecé a cortarme. Descubrí que era agradable hacerlo, porque descargaba ahí todo mi dolor, el dolor que sentía por ser rechazada y tachada de friki, sólo porque me gustaba ver cosas que los demás niños no veían. También dejé de comer - voy bajando la voz conforme voy hablando, y noto que Gerard me pega más a él, como muestra de apoyo -, y conforme el tiempo pasó... intenté suicidarme.

Se hace un silencio de unos treinta segundos entre los dos, en los que no sé si Gerard está pensando, está a punto de irse porque le doy repulsión, o simplemente no sabe qué contestar a eso. Decido seguir hablando.

- Me corté las venas, pero mi hermana llegó a casa antes de lo que esperaba, y me pilló. Me llevaron al hospital y consiguieron parar la hemorragia y estabilizarme. Después me llevaron al psiquiatra, y de ahí a rehabilitación durante casi un año. Dijeron que tenía trastornos bipolares de tipo II, y que además padecía depresión. Depresión a los doce años, todo un descubrimiento - Gerard apoya su mejilla encima de mi cabeza y deposita un pequeño beso ahí - El resto es historia. Seguí yendo a terapia y cortándome cuando me daban de nuevo las depresiones. Pero nunca llegué a hacerme nada más grave que a los doce años. Hasta hace unos meses, antes de entrar en la universidad. Me tomé catorce pastillas para dormir y las mezclé con una cerveza. De nuevo me pillaron, y me hicieron una limpieza de estómago. Volví a ir a terapia y a rehabilitación, y vuelta a empezar.

Gerard sigue callado y yo no sé si es porque definitivamente no sabe qué decir, o me está juzgando como una loca-psicópata-suicida. Entonces suspiro y le miro.

- Si le cuentas a alguien esto, mi hermana te castra - digo, intentando calmar el ambiente. Sonríe y me mira.

- ¿Confías en mí?

- Acabo de darte una biografía completa de mi vida - contesto, ladeando la cabeza.

- Gracias - susurra, y me abraza de nuevo.

Apoyo la cabeza en su pecho y dejo que juguetee con mi pelo hasta que vemos a un tímido sol saliendo por el horizonte, entre las casas. Suspiro y me aferro más a él, y siento cosas dentro de mi estómago. ¿Será posible...?

~

Pasan los meses  y los días en la universidad se me hacen cada vez más amenos. Hemos formado un grupo y siempre salimos juntos. Por un lado estamos las chicas: Jade, Christa, Alicia, Jamia (cuando salimos fuera de la universidad, ya que ella ya acabó su carrera) y yo. Y por otro lado los chicos: Harry (que no hace más que demostrar que le gusta Jade, y esta también lo demuestra, pero sin embargo por razones que desconozco no están juntos), Ray (lo mismo que Jamia), Mikey, Frank y Gerard (exactamente igual que Ray y Jamia). Él y yo no estamos juntos, por si acaso pensáis que es así. La misma noche en que me sinceré con él, se dio cuenta de que necesitaba conocerme, y yo me di cuenta de que necesitaba conocerlo a él. Así que aunque me gusta, y parece ser que yo a él también, aunque no lo sé, porque no me lo ha dicho, estamos como amigos. 

Sigo siendo como la mejor amiga de Mikey, y él sigue siendo como mi mejor amigo. Él me ayuda con Gerard, y yo le ayudo con Alicia, con la que he entablado una gran amistad. Es una chica genial, y me recuerda un poco a mí. En realidad, los quiero mucho a todos. Me hacen sentirme tan bien, que apenas voy a terapia. Salvo cuando necesito mis medicamentos.

La verdad es que a nuestro grupo de chicas se pueden unir Linda y Donna, las madres de Frank y Gerard, respectivamente. Siempre que vamos a ver una película a casa de alguno de ellos, se sientan con nosotros y empiezan a hablarnos y a contarnos cosas sobre sus hijos. Son geniales.

Jade y yo estamos haciendo la compra para nuestra casa y estoy cogiendo varios paquetes de palomitas de todos los tipos cuando me encuentro con Harry.

- ¡Liv! - dice, sonriendo. Me da un brevísimo abrazo y sonrío.

- ¿Qué haces por aquí? - pregunto.

- Bueno, te buscaba a ti. - Me sorprendo y ladeo la cabeza, expectante. - Voy a pedirle salir hoy a Jade - me dice, en tono confidencial. Asiento.

- ¿Cómo sabías que estábamos aquí? - pregunto, intrigada.

- Me lo ha dicho Gerard - asiento de nuevo. 

- ¿Y qué piensas hacer? - pregunto, sonriendo.

- Ahí es donde entras tú. Me tienes que ayudar.

~

- Hace tiempo que no te pasabas por aquí para esto, Liv - dice, colocándose sus gafas cuadradas.

- Lo sé. Pero tengo un problema.

- ¿Qué problema?

- Quiero a Gerard, pero no creo que podamos estar juntos.

- ¿Por qué?

- No quiero que pase de nuevo lo que ya pasó.

- ¿Te quiere?

- Creo que sí.

- Entonces no tiene por qué volver a pasar.

- ¿Y si pasa? Tuve que doblar la medicación por aquel hombre.

- Porque tú quisiste.

- ¿Bromeas?

- No, no bromeo con mis pacientes, Liv. Si aquel hombre se acostó contigo, fue porque tú se lo permitiste.

- Me violó... - empiezo a respirar rápido y el pulso se me acelera. Las lágrimas quieren salir de mis ojos y yo no se lo impido. 

- Tranquilízate, Liv, respira. Aquello fue hace mucho tiempo. Ya no está. Él está lejos de ti ahora. 

- Pero siempre va a estar ahí. ¿No lo entiendes? Era mi padre. Mi padre biológico... 

3 comentarios:

  1. Está genial, tienes mucho talento. De verdad, me encanta.

    ResponderEliminar
  2. Me acabo de leer los 5 capitulos de un tirón, por favor seguila!

    ResponderEliminar
  3. Solo puedo decir que es perfecta, en serio, me encanta la manera en la que escribes y no me canso de leer los capítulos una y otra vez. Espero que la continúes. Besos :)

    ResponderEliminar