miércoles, 27 de febrero de 2013

~12.

¿Qué razón le das a una persona para que no se suicide? "Tienes amigos", "¿qué pasará con tu familia?", "no puedes hacerlo", "saldrás de esta", "hay gente que lo pasa peor y sigue sonriendo y viviendo", "eres fuerte", "si desapareces, yo voy detrás"... Pero sabes que todo eso es mentira. Y ella también lo sabe. Entonces, ¿qué? La gente dice "tienes que ser feliz". Así es como ella quiere serlo. Desapareciendo. ¿Tan malo es? ¿Tan malo es que por una vez en su vida haya mirado por sí misma, y no por los demás, como siempre le habían aconsejado que hiciera? ¿No querían que mirara por su felicidad? Eso es, simplemente, lo que estaba haciendo. Por fin estaba disfrutando de algo llamado felicidad. Por un instante se siente libre y dueña de sus actos. Ya no hay voces. Ya no hay lágrimas. 
 ~

- Se nos van a quemar las magdalenas. 

Liv corre junto a Jade hacia la cocina, mientras no dejan de reír.

- Si se queman, es culpa tuya.

- ¿Mía? - chilla, riendo. - ¿Quién quería ver el reality show y no se quería levantar del sofá?

- Tú. Claramente.

Jade frunce el ceño y ríe más, mientras persigue a Liv por la cocina.

- Conque yo, eh. Ven aquí, que te vas a enterar.

Siguen corriendo y riendo, sin darse cuenta de que las magdalenas están en el horno. Cuando por fin una alcanza a la otra, caen al suelo y huele a quemado.

- Mierda, al final se han quemado de verdad.

Jade mira a Liv y ésta sólo puede reír más. Jade también ríe y le sigue haciendo cosquillas a su hermana pequeña.

~

- Jade, Jade, mira lo que hago.

- Muy bien, Liv.

- No me estás mirando.

La hermana pequeña se cruza de brazos, y Jade suspira, dejando de mirar sus libros.

- Cariño, tengo que estudiar.

- Y yo quiero que juegues conmigo.

- Cuando acabe, ¿de acuerdo?

- ¡Pero yo quiero que juegues ahora conmigo!

Liv empieza a llorar y Jade suspira. "La puedo tirar por la ventana", piensa, mirando a su hermana de seis años.  Decide abrazarla y jugar con ella un rato, hasta que se entretuviese con otra cosa y ella pudiera volver a terminar de estudiar inglés.

- ¿A qué quieres que juguemos?

- A "verdad o verdad".

- Es "verdad o reto".

- Pero yo no quiero reto.

- Vale, juguemos a "verdad o verdad".

- Vale, empiezas tú.

- Está bien.

Jade se sienta en el suelo, junto a Liv, y piensa. La pequeña se impacienta y quiere que su hermana le haga la primera pregunta ya.

- ¿Quién es la persona a la que más quieres?

Liv piensa.

- A ti.

- No, a mamá.

- No Jade, a ti.

Jade, conmovida, deja que su hermana piense una pregunta sin decir nada. Simplemente no sabe qué decir.

- ¿Quién es tu hermana favorita?

Jade sonríe.

- Tú.

- ¿Seguro que no es porque tengas nada más que una?

Jade niega con la cabeza.

- Tú eres la mejor hermana del mundo mundial.

Liv sonríe también, y deja que Jade piense.

- ¿Me dejas estudiar matemáticas?

- Mmm...

Liv mira a su hermana y ésta le suplica con la mirada. 

- Está bien, pero luego quiero que juguemos a las muñecas.

- Todo el tiempo que quieras, reina.

~

- Mamá, ¿dónde está papá?

- Ha ido a comprarte un regalo.

- ¿Un regalo? 

- Sí, Liv. Mañana es tu cumpleaños, ¿no te acuerdas?

- ¿Mañana?

- Sí. ¿Y cuántos cumples?

- No sé.

- Liv, ¿cuántos años tienes?

La pequeña dice el número con los deditos de las manos. 

- Sí, cuatro, muy bien. ¿Y cuántos vas a cumplir?

La niña duda antes de abrir la palma de la mano completa, mostrando el número 5.

- Eso es, mi pequeña. Cinco añitos son los que vas a cumplir.

~

- ¿Liv?

La aludida abre los ojos lentamente, y siente el tacto frío de las sábanas del hospital.

- Estás en el hospital - se apresura a decir Jade. - Te trajimos aquí después de lo de anoche...

Liv mira a horizonte. Parece que no recuerda nada. Pero Jade sabe que sí lo hace. Porque sabe también que algo así no se olvida fácilmente. Eso estará de por vida en la cabeza de su hermana, y no hay dolor mayor que ese para ella.

~

- Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseamos todos, cumpleaños feliz.

Liv sopla las tres velas y aplaude con su familia. La cámara enfoca a Jade, a su lado, una niña de siete años preciosa, que abraza a su hermana mientras las dos ponen los dedos en la nata de la tarta.

- No toquéis aún la tarta, niñas.

- Déjalas, mujer. Yo también quiero nata - dice su padre.

Los tres cogen tarta con las manos y su madre se ríe. Al final ella también lo hace, y su abuela dice, detrás de la cámara, ya que es ella quien la sostiene.

- Si después os quedáis con hambre, os puedo preparar cualquier otra cosa. 

~

- Liv, ¿qué haces? - Jade deja las bolsas en el sofá, y mira la televisión.

- He encontrado un montón de cintas de hace años. Las estoy mirando.

- Ah sí. Las traje, por si algún día te interesaba verlas. Como sale...

- Ya, papá - la corto. - En esa época era un buen hombre.

- Lo era.

Nos quedamos en silencio, viendo a continuación los vídeos de los cumpleaños de Jade.

- Ojalá estuviéramos así otra vez - murmura, quitándose las lágrimas de los ojos.

- Los buenos momentos como estos no se repiten. Por eso es mejor vivirlos una vez, y recordarlos de vez en cuando tal y como fueron. Inigualables.

Jade asiente y yo apoyo mi cabeza en su hombro. Terminamos de ver las cintas y ambas tenemos los ojos hinchados de llorar. 

Es mejor dejarlo todo como está, y no remover más el pasado. Lo importante es tu futuro, porque el pasado no se puede deshacer. Pero siempre se puede aprender de esos enredos. 

lunes, 25 de febrero de 2013

~11.

Ray se hace paso entre todos nosotros hasta que llega delante de Alex, serio y muy seguro de lo que va a pasar si obvia su presencia. Detrás de él van Bert y Bob, dos amigos de Gerard y Mikey, y además, Christa y Jamia, que vienen en dirección de Jade y mía, seguramente para llevarnos más lejos de aquí.

- Ray, cuánto tiempo - dice Alex, haciendo una mueca burlona. - ¿Cómo tú por aquí?

- Déjalos - se limita a decir Ray, calmado.

- ¿Y si no quiero?

- Te tragas tu propia dentadura - dice Bob, colocándose a la altura de Ray.

- Podéis empezar cuando queráis - contesta Alex.

Jade y yo ya nos hemos alejado unos metros cuando la pelea empieza de nuevo. Pero esta vez hay clara diferencia de quién gana y quién no. Ray, un chico muy calmado, está dejando claro que si te metes con sus amigos, te metes directamente con él. Nunca le había visto enfadado. Será mejor no hacerle enfadar nunca más.

Al cabo de unos minutos, muchos golpes y muchos moretones, la pelea para, siendo Alex el que se retira. Me acerco corriendo a Gerard, y en realidad, todas nos acercamos para ayudarles. Los que peor están son Gerard y Harry, y no quiero saber por qué.

- ¿Estás bien? - pregunta Gerard, que está sentado en el suelo, cubriéndose el torso con los brazos.

- Eso debería preguntarte yo a ti, melón - digo, examinándole la cara.

- Estoy bien - dice, mirándome.

Le abrazo tan suave como puedo, y veo a mi hermana hablando con Harry. Se abrazan, y después se besan. Sonrío y escondo la cara en el cuello de Gerard, mientras éste se queja bajito.

- Tenemos que ir a que os curen. A todos - dice Jamia, mirando preocupada a Frank.

- No es nada - dice Bert -. Nada que no se cure con una noche de fiesta.

Todos ríen y asiente, pero Jade y yo nos miramos, sin estar muy seguras de eso. Gerard y Harry estaban realmente mal, aunque quisieran aparentar lo contrario. Decido silenciosamente con Jade llevarlos a casa para curarlos.

~

- ¿Cuándo vuelve tu hermana? - pregunta Gerard, sentándose en el sillón con dificultad.

- No sé. Ha ido con Harry a casa de su primo Niall, así que de momento estamos solos - digo, trayendo el botiquín de primeros auxilios.

- ¿Me vas a curar? - pregunta, divertido.

- Los moretones no puedo curarlos, pero las demás heridas sí - contesto, sentádome a su lado.

- ¿Puedo preguntarte algo? - desinfecto un par de heridas y las curo antes de ponerles tiritas. Asiento. - ¿Dónde está tu padre ahora?

Me quedo mirándolo. No digo nada. No me atrevo a contarle nada. Cojo un par de vendas y se las coloco, una en la muñeca, y la otra tengo que ponérsela en el torso.

- Necesito que te quites la camiseta - murmuro, bajito.

- ¿Qué? - pregunta haciéndose el gracioso.

- Ya me has oído - me ruborizo y miro a otro lado. 

- Me tendrás que ayudar.

Le miro y asiento. Empieza a subirse la camiseta y yo le ayudo a quitársela sin hacerle demasiado daño. Intento no mirarle demasiado y sigo con lo mío. Le pongo crema para que se le baje la hinchazón, y empiezo a colocarle la venda.

- ¿Me vas a contestar? 

Suspiro, le coloco la venda y aparto el botiquín del sofá. Me cruzo de piernas y miro a la pared, organizando mi cabeza y mis ideas antes de hablar.

- Después de que mi padre me hiciera lo que me hizo, mi hermana cayó en depresión y yo entré en rehabilitación. Jade se fue con nuestra abuela durante los meses que yo estuve en rehabilitación, y aunque me visitaba a menudo diciendo que estaba bien, yo sabía que no lo estaba. No tenemos más familia, salvo mi madre, que se desentendió de nosotras durante esos meses, así que, la policía le contaba los avances sobre mi padre a mi psiquiatra, lo que además le venía perfecto para la terapia. - Suspiro -. Por lo que me contó, lo llevaron a juicio, y él admitió haberme violado. Lo condenaron a quince años de cárcel, y no volvimos a saber de él.

- ¿Pero...? - susurra él, cogiéndome de la mano.

- Un día le dieron la libertad condicional. Yo ya vivía con Jade y las cosas con mi madre estaban mejor, aunque ella se mudó a Canadá. Apareció en casa de mi abuela, buscándonos. Ella se negó a darle la dirección de nuestra casa al principio, pero finalmente accedió. Vino buscándome a mí, pero yo estaba en terapia, y mi hermana no quería hablar con él. Le pidió disculpas, y que sintiéndole mucho, iba a ir a buscarme. Mi hermana creyó que estando en la clínica no me haría nada, y que más vale que me dijera todo lo que me tenía que decir delante de mi doctor. Accedió a acompañarlo hasta mi clínica, y cuando salí, él estaba allí.

- ¿Jade lo acompañó?

- Mi doctor le dio la aprobación por haberlo hecho. Me dio un ataque de pánico nada más verlo, y tuvieron que sedarme. Las cosas estaban recientes en mi cabeza, y las voces aparecieron días después. Desde entonces él no volvió más.

Nos quedamos en silencio y él me acaricia el pelo, y me echo con cuidado sobre su pecho, intentando no hacerle daño. Noto que está sin camiseta pero tampoco me importa. Tengo la cabeza llena de los recuerdos de ese día y siento que me falta el aire. Intento tranquilizarme y Gerard nota que algo no va bien.

- Tranquilízate. Liv, intenta olvidarte de eso. No sé qué hacer ahora mismo, así que por favor intenta pensar en otra cosa - me acaricia y me susurra en el oído, pero yo sigo con las imágenes en mi cabeza.

~

Estoy escuchando música cuando escucho la puerta. Debe de ser papá. Dejo la tarea de Conocimiento del Medio, y voy a decirle hola. Pero veo que se tambalea. Nunca lo había visto así. Creo que quizá se ha hecho daño, así que me acerco para preguntar qué le ha pasado, y si necesita que le cure. Pero él dice que está bien.

- ¿Dónde está mamá? - pregunta, balbuceando.

- No sé - contesto. - Se ha ido hace unas horas.

- ¿Y Jade?

- Durmiendo - contesto.

- ¿Hace cuánto que se fue a dormir?

- Una hora y media, casi cuando se fue mamá.

Asiente y me coge de la mano. 

- Ven, voy a enseñarte una cosa.

Me lleva a su habitación. ¿Qué me querrá enseñar? Cierra la puerta y yo miro alrededor, pensando que habrá algún regalo. Hace poco que papá llegó de un viaje, así que quizá es eso lo que me quiere enseñar. 

Pero entonces veo que sonríe de forma rara y yo me asusto. Empieza a quitarme la ropa y yo no sé qué hacer. Intento que no lo haga pero él no me hace caso. Huele mal, y él sigue sin hacer caso a mis palabras. Cansado de intentar quitarme la ropa, me quita sólo la parte de abajo. Y entonces él se desviste, también de la parte de abajo. Me echa boca abajo en la cama y empiezo a llorar. Y grito el nombre de Jade, y yo sé que lo ha escuchado, porque alguien tiene que ayudarme. Sigo gritando y noto la sangre corriendo por el interior de mis muslos. Y sigo gritando. Y entonces alguien abre la puerta y quita a mi padre a puñetazos de encima de mí. Pero entonces ya es demasiado tarde. Papá me ha hecho daño, y me duele el cuerpo, ¿y por qué sangro? ¿Y por qué la policía entra a la habitación? Yo sigo llorando porque me duele. Pero no entiendo por qué lo ha hecho.

El decía que me quería más que a nadie.

Entonces mamá entra y le grita.

- ¡Desgraciado, hacerle eso a tu hija! ¡Yo te mato!

Jade me abraza, llorando, y yo me cubro. Sigo llorando y gritando, porque me duele de verdad. Y entonces el policía arresta a mi padre, con unas palabras que no tardaré en entender.

- Queda usted detenido por abuso sexual a un menor de edad.

~

Las lágrimas me recorren las mejillas y Gerard no sabe qué hacer. Me da pequeños besos en la sien, y yo intento olvidarlo todo cerrando los ojos. Pero hasta la oscuridad se vuelve mi enemiga. Veo todo más claro, siento de nuevo el dolor, y veo desde un ángulo externo los azotes que me daba cada vez que gritaba, y veo sus manos apretándome las muñecas cuando intentaba hacer que se estuviera quieto. Y no veo nada más. Y no escucho nada más, salvo una voz, en la lejanía, llamándome.

~

No le queda nada por lo que luchar, ni nada por lo que seguir viviendo cada día. Cada día es un buen día para morir, y por fin se ha quitado el miedo, lo va a hacer. Entonces recuerda los veranos que pasaba con sus padres y su hermana en la playa, jugando con la arena. Aquella vez que se le cayó la bola de helado al suelo, y su hermana le dio la suya. Recuerda lo feliz que era, y la vuelta que ha dado la vida. Allí sentada, en un balcón, espera pacientemente a que la muerte venga a buscarla. 

domingo, 24 de febrero de 2013

~10.

- Bueno, Liv. ¿Me lo vas a contar?

- ¿Contarte qué?

- Tus marcas - dice, señalando mi muñeca con el bolígrafo.

- No es nada.

- ¿Sabes por qué las personas se autoflagelan?

- Para morir.

- Y para desahogarse. Dime, ¿por qué lo haces tú?

- Unas veces para morir. Otras veces para desahogarme.

- Cuando quieres morir, ¿en qué dirección lo haces?

- Hago los cortes horizontales. Siguiendo la vena.

- ¿Y cuando te quieres desahogar?

- Al contrario.

- Esos son horizontales.

- Lo sé.

- ¿Qué me estás ocultando?

- Nada.

- Si me pagas para que haga mi trabajo, déjame hacerlo.

- Las voces.

- ¿Han vuelto? - se incorpora en su silla.

- No es mi voz, como tantas otras veces. Son las voces de los demás. Los insultos. Una y otra vez.

- ¿Te tomas los calmantes?

- Me tomo toda la mierda que me recetas.

- Será una mierda, pero te mantiene aquí.

- Estoy cansándome de estar aquí.

- ¿En la consulta?

- En todos lados.

Apunta en su libreta.

- Me dijiste que querías ver lo que ponía en mi libreta. ¿Quieres que te lo lea?

- Me gustaría verlo.

- ¿No te fías de mí, Liv? ¿Después de tantos años?

- No me fío de tu obsesión de protegerme ocultándome cosas.

- Está bien. Toma.

Me pasa la libreta, y la ojeo.

LIV TYLER

11, 12, 13, 14, 15, 16, 17 años. 

"Cuántos años llevo con él", pienso.

Trastornos bipolares de tipo II
Depresión
Autoflagelación
Principios de anorexia

Teme enfrentarse a su padre. Punto importante a mejorar.

- ¿Punto importante a mejorar?

- Alguna vez tendrás que hablar con él, Liv.

- ¿Y si me niego?

- Nunca me haces caso. No me sorprendería.

Vive con su hermana mayor Jade. Actualmente está saliendo con un chico, Gerard.
Ella ve a Gerard como la única persona capaz de salvarla y de hacer que sea normal. Entrevista con el chico. Llamar.

- ¿Quieres hablar con Gerard?

- De hecho, ya lo he hecho.

- ¿Qué? ¿Cuándo?

- Espero que no te moleste el que no te lo diga. 

- ¿Qué? Vamos, ¿hace cuánto? 

Le lanzo la libreta al regazo y rápidamente él vuelve a apuntar más cosas. Yo resoplo y miro el reloj.

- Nos vemos el viernes.

- Sí, nos vemos - digo, de mal humor, saliendo por la puerta. 

~


Mayo llega más caluroso que de costumbre, y yo tengo que volver a llevar ropa más fresca, que se sigue basando en: vaqueros largos, camisetas de tirantes, y una camisa abierta por encima.

Mi hermana me ha comprado toda una tienda de pulseras (y si no, casi) para que me las ponga encima de las cicatrices. Se le ocurrió a Gerard, y la verdad es que yo no había pensado en eso. Dan mucho más calor que llevar la camisa, pero por lo menos ya no miran por ir tan abrigada.

- ¿Estás bien así? - pregunta Jade, poniéndome la última pulsera. Tengo casi todo el brazo lleno.

- Sí. Ahora me van a mirar raro por llevar tantísimas pulseras y brazaletes - digo, mirándolos.

- No creo que lo hagan - dice. Me abraza y yo le correspondo. - Oye, Liv...

- ¿Qué?

- Me gustaría hablar contigo de algo...

Me suena el móvil y miro la pantalla. Veo que es Mikey y lo cojo, pidiéndole disculpas a mi hermana.

- ¿Sí?

- ¿Liv? Ven al rellano que hay casi a las afueras de la ciudad.

- ¿Qué? ¿Qué ha pasado?

- Harry, Frank y Gerard. Están en una pelea con Alex. Y Alex lleva a unos diez tíos más. No ha venido solo, como dijo. Ven. Páralos. Y que venga Jade. Todo esto es por ella.

Cuelgo y miro a mi hermana, nerviosa.

- Coge el coche - digo, temblando. - Tenemos prisa.

~

En menos de diez minutos estamos en el rellano al que se refería Mikey y veo un corro de tíos. Mikey está con ellos, y a mí me entra una punzada de remordimiento.

Jade y yo salimos corriendo del coche y nos acercamos.

- ¡Déjalos en paz, gilipollas! - grita Jade, haciéndose paso entre el corro de tíos que rodean a Mikey, Frank, Gerard y Harry.

- Tú deberías dejarnos en paz, porque esto no va contigo - dice Alex, sin mirarla.

- ¿Qué quieres? ¿Matarlos? - pregunta, poniéndose delante de Harry.

- No estaría mal. Pero no. Sólo darles una lección.

- Oh, claro. Tú eres el más indicado para dar lecciones de moralidad - digo, colocándome a la altura de Gerard.

- Iros de aquí - susurra él, cogiéndome de la mano.

Niego y vuelvo a centrar mi atención en Alex.

- No tengo pudor alguno en pegarle a una chica. Iros de aquí.

- No - decimos Jade y yo, al unísono.

- Iros - murmura Frank, intentando echarnos del corro.

- Vete, por favor - oigo que dice Harry a Jade. Ésta le mira y niega, cogiéndole de la mano.

- Todo esto es por mí. Si quieren tocarte un pelo, que sea por encima de mi cadáver.

- Y si tocáis un pelo a alguno de los que estamos aquí - digo, tragando saliva -, lo haréis por encima de mi cadáver, también.

Alex suelta una carcajada.

- Míralas, las putillas valientes - dice, sarcásticamente.

- Controla tu vocablo, anormal - suelta Harry, mirándole con asco.

- No estás en una situación muy buena para decir eso, ricitos - dice, apartando a Jade de un manotazo.

- ¡No la toques! - digo, chillando.

- Estate quieta, y sígueme la corriente - dice Gerard, en mi oído. 

- No dejaré que te hagan daño, lo prometo - digo, apretándole la mano.

Vemos un coche avanzar por detrás de Alex. Nadie le presta atención, pero siento que la ansiedad me recorre todo el cuerpo. Si tan sólo pudiera llamar a Ray y a Bob, seguro que las cosas estarían más igualadas. 

- Alex - lo llama Gerard. - ¿Exactamente por qué quieres pegar a Harry?

- ¿Y a ti qué te importa?

- Lo estoy defendiendo. Me gustaría saber de qué lo defiendo. 

- Jade es mía. Y me la ha robado.

- Tú solito la has perdido - digo, mirando a los chicos que están a nuestro alrededor, y al coche que está tras Alex. 

Veo que salen varias personas del coche, y se me sube el corazón a la garganta. ¿Más amigos de Alex?

Estamos perdidos.

- ¿Qué has dicho? - pregunta, acercándose a mí. Me coge la muñeca y la ve llena de pulseras. - Mírala, se corta y luego no quiere que nadie lo vea.

- Aparta tus manazas de Liv - dice Gerard, poniéndose entre él y yo.

Alex levanta la mano, haciendo el amago de ir a pegarle un puñetazo a Gerard y yo cierro los ojos. Oigo el quejido de Gerard y yo vuelvo a la realidad.

Empieza a pegarle puñetazos y patadas, y cuando Frank intenta pararlo, otros dos lo agarran por los brazos, y otro empieza a pegarle también a él.

Mikey y Harry también corren la misma suerte. Jade y yo nos miramos, sin saber qué hacer. Estoy tan asustada que tengo las piernas temblando como gelatina. La pelea sigue y yo veo cómo Alex coge a Jade del brazo. Ella se resiste, y él la pega.

- Eres una zorra, ¿lo sabes?

Me pongo detrás de Alex y en un descuido, de pego una patada en la entrepierna.

- Nunca le des la espalda al enemigo - escupo, mientras Jade se aleja de Alex, dolorida.

Justo en ese momento oigo la voz de alguien conocido.

- Oh, Alex. Acabas de cavar tu tumba.

viernes, 22 de febrero de 2013

~9.

Veo a Frank detrás de mí y se interpone entre Alex y yo. Suspiro aliviada y me refugio detrás de él, mientras intercambia palabras malsonantes con Alex.

- A ti no te importa lo que yo hable con esta - dice Alex, señalándome con la cabeza.

- En realidad sí que me importa, porque es mi amiga - defiende Frank, pasando un brazo por detrás de mi espalda y pegándome a él, para que no me pase nada.

- En algún momento estarás sola - dice Alex, mirándome - Y ahí tendremos que hablar sí o sí. Por el momento, que se prepare el de los rizos.

Trago saliva y antes de poder hablar, Frank lo hace por mí.

- Si le tocas un pelo a alguno de mis amigos, no sales vivo. Te lo advierto.

Alex suelta una carcajada y después nos mira, antes de bajar por las escaleras.

- Eso ya lo veremos - dice, y se va escaleras abajo.

Frank me suelta y me mira, relajando sus músculos. Me sonríe y yo le abrazo, agradecida.

- ¿Estás bien? - pregunta, y asiento. - Vayamos abajo, te tienen que estar buscando.

Bajamos por las escaleras y brevemente le cuento qué quería Alex. Asiente y antes de dejarme ir con Gerard, me dice:

- Si se vuelve a acercar a ti, dímelo, ¿de acuerdo? No te va a tocar ni un pelo, ni tampoco a tu hermana, no mientras yo esté por aquí - dice, revolviéndome el pelo.

Asiento y voy hacia Gerard, que está hablando animadamente con Harry. Me paro y miro alrededor, por si veo a Jade. No quiero contarle lo de Alex, pero tampoco quiero verlos juntos, ahora que sé lo que Alex quiere hacerle a Harry, o al menos me lo imagino.

Harry me ve y se acerca a mí. Gerard nos mira ladeando la cabeza y le miro pidiéndole disculpas, mientras me dejo arrastrar por Harry escaleras arriba.

Una vez que hemos entrado en lo que parece ser la habitación de invitados, Harry cierra la puerta y me mira serio.

- ¿Qué hacía aquí Alex? - pregunta, sentándose en la cama.

- ¿Lo has visto?

- Reconocería su rostro de oso hormiguero desde cien kilómetros a la redonda.

- Vino buscándote.

Le relato mi encuentro con Alex, y la heróica aparición de Frank en el momento más oportuno. Tan oportuno que parece que todo esto es mentira y alguien lo está escribiendo. Como una historia en la que hay un final feliz, pase lo que pase.

- Si me busca, me va a encontrar - murmura, poniendo la cara entre sus manos.

- No te pelees con él, eso es rebajarse a su nivel - contesto, pasando mi mano por sus hombros, intentando tranquilizarle.

- ¿Y qué hago? ¿Dejar que haga más daño a Jade?

Le miro y frunzo el ceño.

- ¿Qué sabes?

- Vi a Alex con la otra chica. Yo fui quien llamó a Jade.

Ahora todo encaja.

- ¿Y tú cómo sabes que Alex no la quería?

- ¿Desde cuando engañas a una persona que quieres?

Asiento.

- Si Alex busca pelea, pelea va  a encontrar.

- No digas eso, no es por nada, pero en las luchas tan igualadas, las posibilidades están en un 50% - comento, mirando la puerta.

- Lo sé - dice, bajito. - Pero tampoco me importa recibir unos cuántos puñetazos por Jade.

Le miro, conmovida por sus palabras, y veo que alguien abre tímidamente la puerta. Me quedo mirando a Jade, que asoma la cabeza lentamente, y sonrío. Me levanto y me dirijo a la puerta, y salgo antes de que la situación se ponga incómoda.

Bajo las escaleras y me encuentro a Gerard sentado en los últimos escalones, con una copa entre las manos. Me siento a su lado y le sonrío. Pasa su brazo por mi rodilla, de modo que sigue con le vaso entre sus manos, y mi rodilla atrapada.

- ¿Qué ha pasado? - pregunta, mirándome.

Suspiro y vuelvo a relatar el incidente con Alex y Frank, y lo que Harry quería. No sé por qué, pero no me siento capaz de ocultarle cosas a Gerard. Además, mi doctor dice que es mejor sacarlo todo fuera, y no dejar que nos coma por dentro. Y no hay mejor oyente que Gerard.

- Si Alex te dice algo de nuevo - dice, mirándome serio - no sólo quiero que se lo digas a Frank. Quiero que me lo digas a mí. Y entonces ese chaval acabará de cavar su tumba.

Sonrío y le agarro el mentón a Gerard, atrayéndolo para mí. Le beso tímidamente, consciente de que nos están viendo la gran mayoría de las personas metomentodo de la universidad, y no dejo que ese tipo de pensamientos me amarguen. Hoy no.

~

Ese día no, pero los días siguientes en clase, sí. 

Mikey intentaba distraerme la mayor parte de tiempo posible, porque sabía a la perfección qué me estaba pasando. De hecho me había acompañado a terapia algunas veces más, porque yo no quería preocupar a Gerard, y mucho menos a Jade. 

Prometió no contarle nada a su hermano, pero también dijo que no aguantaría mucho sin hacerlo, porque no quería que nadie me hiciera daño sin motivo.

Pero el caso es que todos me han hecho daño siempre. Sin motivo.

- Puta - susurra otra chica, cuando saco mis libros y los coloco sobre la mesa. Suspiro y me resigno, intentando ignorarla.

Pero las cosas no quedan ahí. No todo son insultos. No. Claro que no. Siempre hay más. Porque a los humanos nos gusta destruir algo, hasta que no quede absolutamente nada de ese algo. Porque somos destructores por naturaleza. Destrozamos corazones, destrozamos animales, destrozamos ecosistemas, destrozamos poblaciones de animales, y claro, por supuesto, nos destruimos entre nosotros. Porque ese es nuestro hobby favorito. Joder la vida a todo el que se puede, y más.

Voy a mi taquilla y veo varios recortes en los que están escritos las palabras estúpida, gordagilipollas, puta, y demás. ¿Y todo a qué viene? A que estoy saliendo con Gerard.

Pero me gustaría ser más fuerte. 

Y no lo soy.

~

- ¿Acaso no eres fuerte?

- No.

- ¿Por qué?

- Porque si lo fuese, no habría hecho lo que hice.

- La paciencia llega a un límite.

- Supongo.

- Yo creo que eres una persona muy fuerte.

- ¿Por qué?

- Bueno, sigues viva.

- Sí. Por fuera.

~

Deslizo la cuchilla por mis muñecas, y me da igual que las marcas que ya casi no se veían, vuelvan a ser visibles. No dejo de llorar, y siento que todo a mi alrededor da vueltas. Todo está mal. Todo está del revés. Nada debería ser así. 

Me siento en el suelo y me miro el antebrazo. Sigue sangrando y empieza a mancharse el suelo. No hago ademán de limpiarlo, ni siquiera hago ademán de curarme las heridas. Yo me las he hecho. Quiero disfrutar del dolor.

Entonces vuelven a mi cabeza más voces, más insultos, más recuerdos que creía superados. Mi padre, aquella noche, mi infancia, mis intentos de suicidio.

Era feliz, ¿tan difícil era dejarme disfrutar de esa felicidad unos días más?

~

Sentada ahí arriba contempla el cielo, y escucha, como si fuese muy lejano, el eco de los cláxones de los coches de abajo, pidiendo que baje de ahí. Pero ella no escucha. Ella no está aquí. Ella está volando, volando como los pájaros, que también la miran temerosa. ¿De qué tienen miedo? ¿Cómo no tenerlo? Es un monstruo. Ella lo sabe. Nadie la quiere, y no le importa, porque ella tampoco se quiere. Ella está muerta por dentro. Sólo quiere morir definitivamente por fuera. 

jueves, 21 de febrero de 2013

~8.

- ¿Estás segura? - pregunta, rozándome la mejilla con sus dedos. Asiento y se acerca.

Y sus labios se pegan a los míos de una forma extraña, lenta, tierna, quizá más de lo que me imaginaba. Seguimos así un tiempo, sin pegarnos, e incluso yo me intento pegar más a él, pasando mis brazos por detrás de su cuello, aunque estoy tan nerviosa que me tiembla todo el cuerpo, y rezo para que él no se dé cuenta.

Al cabo de un rato me doy cuenta de que soy un ser vivo que necesita respirar, o si no, muere asfixiado, y me separo de él, con la respiración entrecortada. Gerard toma rápidamente bocanadas de aire y se abalanza sobre mí de nuevo, dándome un segundo beso menos tímido que el primero.

Después de lo que parecen diez segundos, salimos del coche de la mano y me acompaña hasta la misma puerta de mi casa. Me sonríe y yo me sonrojo. No sé qué decir, así que mejor me quedo callada.

- ¿Te paso a recoger a las 10?

- Un poco tarde, ¿no crees?

Arquea una ceja y sonríe.

- No vas a cambiar nunca - murmura, acariciándome de nuevo la mejilla.

- ¿Para qué?

- Tienes razón. Me gustas mucho así - dice, pegado a mis labios.

Ésta vez soy yo la que se abalanza sobre él y lo besa. Corresponde muy bien al beso y yo siento que las mejillas me arden después de mi pequeña iniciativa en algo. Caigo en la cuenta de que Jade debe de llevar un rato esperándome y me separo de Gerard.

- ¿Me estás echando sutilmente? - pregunta, reprimiendo una sonrisa.

- Puedo echarte a patadas, si lo prefieres - contesto, ladeando la cabeza.

- Eres una enanita enfadona.

- Perdona, pero no soy tan bajita.

- Nos vemos después - dice. Me da un rápido beso y se dirige al coche. Me muerdo el labio y entro a casa, en busca de Jade.

Miro en el salón y no la encuentro. En realidad no hay sonido alguno en la casa, y yo me extraño. ¿No está? Es raro. Miro en la cocina y no hay nadie, pero tampoco alguna nota que diga que ha salido. Subo escaleras arriba por si está en su habitación durmiendo, y al acercarme a la puerta, escucho unos sollozos.

Me quedo parada mirando la puerta y no sé si entrar o no. Es mi hermana, y confía en mí más que en ella, y aún así no sé si quiere verme, sea lo que sea lo que le haya pasado.

Toco suavemente la puerta y los sollozos cesan de inmediato. Pero no me abre.

- Pasa - dice, con una voz que me cuesta oír desde detrás de la puerta.

Abro y la veo sentada en la cama, echa un ovillo. No me está mirando, pero sé que tiene los ojos hinchados de llorar. ¿Qué habrá pasado?

- ¿Sabes? No deberías dejar que pase cualquiera a tu habitación, y no preguntar quién es. A lo mejor Slenderman, o el Hombre del Saco, te pueden hacer una visita, y tú los dejas secuestrarte sin poner resistencia.

Escucho que suelta una risita y se incorpora en la cama. Tal y como sospechaba, tiene los ojos hinchados de haber estado llorando bastante rato. Me siento en la cama y la miro. Me abraza y se echa a llorar en mi hombro. Sabe lo que le voy a preguntar, así que dejo que se desahogue en mi hombro, y se tranquilice, antes de hablar.

Aguardo pacientemente, hasta que se separa de mí, y se limpia la nariz con un pañuelo. Me mira y suspira, y yo me dispongo a centrar toda mi atención en ella.

- Alex. Juega a dos bandas - murmura, bajando la vista.

"Será cabrón", pienso.

- Me dijo todas las cosas que me dijo, sólo para... tener alguien con quien estar mientras intentaba ligar con otra chica. Soy tan estúpida...

Le levanto la barbilla y la abrazo.

- No eres estúpida, eres humana, y por desgracia te gusta ese engendro. No es tu culpa.

- Creí que había cambiado...

- Hasta el más sabio se equivoca. No le des más vueltas. Hoy fiesta en casa de Ray.

- No estoy de humor...

Me levanto de la cama y la miro con una sonrisa.

- Pero hay alguien allí que sí querrá verte.

Sonríe también, y se quita las lágrimas de la cara.

~

- Liv, este es Ray - dice Gerard, señalando a un chico de pelo afro que me mira con una sonrisa.

- Hola - dice, dándome dos besos en las mejillas.

- Hola - respondo, algo tímida.

- Así que tú eres la famosa Liv - dice sonriendo.

- Y tú el famoso Ray. Christa se pasa el día hablando de ti - contesto, sonriendo a Christa, que se encuentra a su lado.

- Y tú la famosa Liv. La chica que Gerard no saca de la boca en todo el día - río y Gerard me coge de la mano. - Siento no habernos presentado mucho antes, pero he estado ocupado - se excusa. 

- No te preocupes - hago un gesto con la mano, restándole importancia. - El caso es que ya nos conocemos.

- Sí - contesta. - ¿Queréis algo de beber? - pregunta.

Gerard y yo asentimos, y Christa y Ray se van a la mesa donde están las bebidas, para servirse. Nos quedamos solos y yo le cuento brevemente lo que ha pasado con Jade y Alex. 

- Ese chico es un gilipollas - dice, cuando he terminado de hablar. - Más de una vez he cruzado palabras con él. Es absolutamente subnormal.

- ¿En serio? ¿Has tenido problemas con él?

- Frank - dice. Asiento. - Alex se las daba de popular, y en uno de sus arrebatos, le dio por meterse con Frank. Él me lo contó, y Ray y yo fuimos a darle una pequeña visita.

- Ojalá hubiese aprendido... - asiente. - Por cierto, ¿y Mikey?

- Con Alicia, ¿no te acuerdas?

- Ah, sí, es verdad.

Entonces recuerdo que Mikey había viajado con Alicia fuera de la ciudad, porque ella quería presentarle a sus padres. Todo iba muy rápido entre ellos, pero ninguno éramos nadie para decirle que fuese más lento.

- ¿Le dirás cuando vuelva que quiero quedar con él para tomar un café? - le pregunto a Gerard. Asiente y se acerca. - ¿Qué vas a hacer?

- Presumir de novia - contesta, besándome con una sonrisa en los labios.

~

Me dirijo al baño, y agradezco que la música en la planta de arriba no se escuche tan fuerte. Escucho pasos por las escaleras y supongo que será otro de la fiesta con prisa por entrar al baño. Miro y veo a la persona que menos quiero ver en este momento.

- ¿Qué haces aquí? - pregunto, cruzándome de brazos.

- Todavía tengo libertad para ir a una fiesta - responde, con sorna.

- Alex, en serio, nadie te quiere aquí - contesto, poniendo fin a la conversación.

- Eh, ¿tienes prisa?

- Pues sí.

- ¿Para qué?

- Para dejar de hablar contigo.

Me doy la vuelta y me agarra del brazo.

- Suéltame.

- No hasta que me hayas dicho dónde está Jade y su amiguito el de los rizos.

- No pienso decírtelo.

- Entonces tienes un grave problema, niña - dice, acercándose a mí. Se me acelera el pulso e intento zafarme de él, pero se me hace imposible.

- Suéltala, cabrón - dice alguien, detrás de mí.

miércoles, 20 de febrero de 2013

~7.



Observa atentamente los edificios que se posan delante de sus ojos. Algunos más altos, algunos más altos. Ve a un señor mayor paseando con su bastón, y alrededor de él dos niños jugando a la pelota. También ve a tres chicas con unas bicicletas, y a otra detrás, gritando que la esperen, con unos patines. Todos viven vidas despreocupadas, incluso el bebé que pasea en el cochecito, conducido por su mamá. Todos están despreocupados, y creen que jamás vivirán nada siniestro ni aterrador. Pero cuando ella ya lleva varios minutos sentada en la baranda del balcón del séptimo piso, todos fijan su vista en ella. Y ella siente que es la hora. Y sin más...

 - ¿Qué sentiste?

- Nada.

- ¿Nada? ¿Qué es para ti nada?

- Vacío. Te ahogas mientras los demás respiran a tu alrededor.

- ¿Te sientes sin aire?

- Sin fuerzas.

- ¿Para qué?

- Para vivir. Para seguir levantándome cada día.

- Yo sé que tienes alguna razón.

- ¿Por qué lo sabes?

- Porque esa razón está ahí fuera esperándote.

Me levanto del sillón como un resorte y sin mostrar la más mínima emoción, me asomo por la pequeña ventanita de la sala. Veo un chico de pelo negro, sobre el capó de un coche, fumando. Me quedo mirándole un rato, y me alegro de que la ventana tenga cortina. Cuando acaba el cigarro y lo apaga, siento que ya es hora de irme.

- Nos vemos en tres días - dice, apuntando algo en su libreta.

- ¿Algún día me dejarás ver lo que apuntas?

- Quizá la próxima vez que nos veamos, si llegas puntual.

Sonrío saliendo de la sala y bajo las escaleras rápidamente, sin reparar en saludar a la secretaria de mi doctor. Salgo a la calle y veo a Gerard sonriéndome. Sonrío también y me abalanzo sobre él. Me abraza tan fuerte como puede y noto que alguien nos está mirando. Miro a la ventana cuando Gerard se separa de mí para meterse en el coche, y veo que él me sonríe. Le sonrío y articulo un "gracias".

- ¿Liv? - pregunta Gerard, mirándome preocupado. - ¿Estás bien?

Asiento y me muevo  hacia la puerta del copiloto. Me monto, y Gerard lo hace casi a la par. Me sonríe, enciende el motor y empieza a sonar Sweet Child O' Mine de Guns 'N Roses.

~

She's got a smile that it seems to me 
Reminds me of childhood memories 
Where everything 
Was as fresh as the bright blue sky
Now and then when I see her face 
She takes me away to that special place 
And if I stared too long 
I'd probably break down and cry 

- Sweet child o' mine 
Sweet love of mine - acompaño, aun a sabiendas de que mi voz es la de un fumador. Y eso que jamás he fumado.

Nos alejamos por la carretera hasta llegar a casa, sin dejar de cantar. Momentos así no se cambian por nada. Ni por nadie.

- ¿De qué habéis hablado? - pregunta, cuando acaba la canción y ha bajado un poco el volumen de la música. 

- De muchas cosas en general - contesto, mirando por la ventana.

- Supongo que sí, una hora da para mucho - dice, imitando mi tono de voz.

- ¿Pasa algo?

- No, ¿por qué?

- De repente parece que estás molesto - espeto, mirándole.

- Sólo quiero saber que estás bien, y que ir a eso te hace estar mejor.

- Siempre acabamos hablando de ti - murmuro, mirándome las uñas.

- ¿Qué? - pregunta, mirando alternativamente a la carretera y a mí.

- Lo que has oído - respondo, en el mismo tono de voz.

Para el coche justo enfrente de mi casa y suspiro. Él se quita el cinturón de seguridad y sale del coche. Vuelvo a suspirar y abro la puerta del copiloto, para salir también. Para mi sorpresa él no está fuera cuando salgo, está en el coche, pero en la parte de atrás. Confundida, abro la puerta y le miro.

- ¿Se puede saber qué haces?

- Es más cómodo estar aquí detrás.

- ¿Para qué?

- Para hablar.

Me resigno y me siento al lado de él. Cierro la puerta del coche y le miro.

- ¿Me vas a contar lo que te pida?

- Son terapias personales, no tienes por qué saber lo que hablamos ahí.

- Dijiste que habláis de mí. Quiero saber qué habláis.

- Está bien, está bien - contesto, mirándole. - Sólo... hablamos de muchas cosas, de mi etapa de depresión y de mi hermana. Y entonces me preguntó qué razón era la mía para seguir viviendo y no suicidarme.

- ¿Y qué contestaste? - murmura, nervioso.

- Que no lo sabía.

Él cierra los ojos, y al abrirlos lo veo más atemorizado.

- Entiendo.

- Pero...

- ¿Qué?

- Me dijo que sí tenía una. Y era un chico de pelo negro que estaba esperándome fuera.

Me sonríe y veo que los hombros no los tiene tan tensos. Está relajado. Porque ha oído lo que quería oír. Y yo he dicho lo que quería que supiera.

- ¿Crees que...? - se calla y no continúa la frase. Le miro, confundida,  y deseando que acabe de hablar.

- ¿Qué?
- ¿Crees que ese chico de pelo negro... se pondrá muy celoso si intento besarte ahora?

El corazón se me acelera y veo que me acaricia levemente la rodilla con las yemas de los dedos. Estamos muy juntos y no sé en qué momento se ha acercado tanto. Le miro, y veo que me sonríe, esperando una respuesta.

- No sé. Inténtalo.

lunes, 18 de febrero de 2013

~6.

- Liv - Jade llama a la puerta de mi habitación, dejo de leer El Código Da Vinci, de Dan Brown, y le sonrío. - ¿Podemos hablar?

Asiento y me cruzo de piernas en la cama. Ella cierra la puerta y se sienta conmigo. Nos quedamos mirando unos minutos y por fin empieza a hablar.

- Hace tiempo que no pasamos tiempo a solas - murmura, acariciando la colcha de mi cama.

- Sí - coincido, respirando hondo. He estado tan ocupada de Gerard, y de mí, que casi no le he prestado tiempo a mi hermana.

- ¿Recuerdas cuando éramos niñas? Jugábamos juntas a todas horas...

- Y veías los estúpidos dibujos infantiles por mí.

- Todos, todos - asiente, riendo.

Me acerco a ella y la abrazo. Me corresponde el abrazo y me quedo sentada a su lado. Empezamos a hablar de todo, con detalles. En realidad necesito estar así con mi hermana muchas veces al día para sentir que no estoy en deuda con ella. De verdad. Es tan importante para mí, que no sé qué haría sin ella.

- ¿Qué tal? - pregunta, mirándome fijamente. Sé a qué se refiere, y yo bajo la vista, suspirando.

- Como siempre - logro articular, sin atreverme a mirarla.

- Antes me contabas todo lo que te decía...

La miro y me encojo de hombros.

- Hablamos de ti - comento.

- ¿Sobre qué?

- De lo importante que eres para mí.

- ¿Soy importante para ti?

Asiento.

- La primera vez que fui a su consulta...

- Dime, Liv. ¿Quién es la persona a la que más quieres?

- ¿La que más quiero?

- Sí. La persona que sería tu único piñón fijo para no irte de este mundo.

- No creo que...

- Piensa - me interrumpe.

Suspiro y le doy vueltas a la cabeza. Hasta que la veo a ella.

- Mi hermana... - murmuro.

- ¿Cómo se llama?

- Jade.

- ¿Y cuántos años tiene?

- Diecisiete.

- ¿Cuatro años mayor que tú?

- Sí.

- ¿Y ella es la persona a la que más quieres?

- Sí.

- ¿Por qué?

- Porque siempre está ahí para mí, ¿sabes? No sé. Cuando estoy mal, ella me hace reír. Cuando estábamos lejos, cuando el divorcio de mis padres... ella me mandaba cartas cada semana. No importa que existiera el teléfono, ella me mandaba cartas. Y era genial, ¿sabes? Porque me emocionaba mucho siempre que mi madre me decía que tenía correo de Jade.

- ¿Cuánto tiempo estuvo fuera?

- Cuatro meses. Se fue con mi abuela. Cayó en depresión.

- ¿Por qué?

- El día en que mi padre... me tocó, ella estaba en casa también. Se quedó en shock, y aunque ella fue la que llamó a la policía y a la vecina de abajo para que me sacara de la habitación de donde me tenía retenida él, siempre pensó que si no se hubiera quedado traspuesta, habría llamado antes y... 

- Habría evitado el incidente.

- Así es.

- ¿Tú lo crees?

- No. Nadie habría actuado de una forma tan sensata como Jade hizo. Le debo el estar aquí. Y no sé si seguiría viva de no haber intervenido, haciendo esas llamadas. 

- Entiendo. ¿Entonces cayó en depresión cuando vio que era demasiado tarde?

- Era tarde para unas cosas, y pronto para otras.

- ¿Crees que ese día cambió algo?

- Sí.

- ¿El qué?

- Ese día mi hermana pasó de ser mi hermana, a la que quiero con todo mi ser, a ser mi héroe. 

- Nunca me habías dicho eso... - susurra ella, con lágrimas en los ojos.

- Tampoco habías preguntado... - contesto, sonriendo.

Me abraza y siento que todo está bien ahora. Que todo está en su lugar. Suspiro y me acurruco con ella en la cama, y seguimos hablando de todo. De Gerard, de Harry, de Alex, y de todas esas personas nuevas y no tan nuevas en nuestras vidas que nos la están haciendo un poquito mejor.

~

- Fiesta en casa de Ray - susurra Gerard en mi oído, cogiéndome por la cintura. Le sonrío cuando quedo mirándolo a los ojos y niego.

- Ya no voy a más fiestas con vosotros - digo, dando por finalizada la conversación.

- ¿Por qué? - pregunta, riendo.

- La última vez, os tuve que llevar a todos a vuestras casas, indicándole las direcciones al taxista, porque ibais borrachos como cubas - explico, arqueando una ceja.

- ¡Era fiesta en casa de Frank! ¿Sabes cada cuánto pasa eso?

- Sí, una vez cada dos milenios. Lo dijiste como cuarenta veces la misma noche.

Pasa un brazo por mis hombros y nos acercamos riendo a la mesa donde están todos en la biblioteca. Al entrar hablamos en susurros, y me acerco a Jade para abrazarla. Me siento y abro mis libros, dispuesta a estudiar algo, claramente, si alguno me deja hacerlo, porque no hacen más que tirar bolas de papel, y dudo que estén aquí para estudiar. 

Veo que mi hermana se levanta con una sonrisa de tonta en la cara, y creo que ha ido con Harry, hasta que le veo a mi izquierda, pasando los apuntes de filosofía a limpio.

- ¿Y Jade? - le susurro.

- Se habrá ido con su nuevo novio - contesta, seco.

Me quedo desconcertada y no sé a qué se refiere. ¿Su nuevo novio? ¿Qué quiere decir Harry con eso? Veo que los demás siguen tirando bolas y gomitas, y no se han dado cuenta de la ausencia de mi hermana. Pero yo sí, y eso es suficiente. 

Me levanto de la mesa y Gerard me mira. Le digo por señas que vuelvo enseguida y asiente, y yo suspiro. No sé en qué dirección ha ido Jade, ni dónde ha podido ir, porque la biblioteca es bastante grande. Entonces camino a la sección de Literatura Clásica y escucho una risita muy, pero que muy característica de ella. Frunzo el ceño y me acerco tanto como puedo sin hacer ruido. 

Veo a Jade entre los libros, hablando con alguien. Intento apartar un par de tomos, para ver mejor, y veo que está con un chico, pero está de espaldas, y no lo reconozco. ¿Quién puede ser? ¿Por qué no me ha dicho nada, si es su nuevo novio, como Harry dice?

Sigo mirando y veo que se besan. ¡La santa madre! ¿Quién narices es ese chico? Lo tomo como misión prioritaria y doy un rodeo por otras secciones hasta llegar detrás de ellos, y bum. Ya no están. Maldigo por lo bajo y saludo a la bibliotecaria, que me mira por encima de sus gafas de media luna, intrigada.

Vuelvo a la mesa y veo que Jade está sentada ahí, sin que hubiese pasado nada. Miro a la salida de la biblioteca y veo quién sale feliz y sonriente.

Alex.

domingo, 17 de febrero de 2013

~5.

Le miro y veo que sonríe. Y no sé si lo hace por tenerme acorralada, o por lo que pueda pasar en el momento en que decida acercarse unos centímetros. Decido volver atrás en el tiempo e interrumpir el incómodo momento, que aunque no me importa vivirlo, creo que es muy, muy pronto para que pase algo entre ambos. Además, tengo algo que preguntarle.

- Cuando llegamos al baile - empiezo a decir -, dijiste que sabías lo que me pasa. ¿Qué sabes?

Él se queda serio, mirándome sin decir nada. Al cabo de un rato pone la otra mano en la pared, y mi única salida queda cerrada.

- No me cambies de tema - susurra, acercándose.

- No, Gerard - digo, poniendo mis manos en su pecho, intentando echarle hacia atrás. - Quiero que me digas qué sabes.

Suspira y se aleja de mí unos pasos. Se pasa la mano por el pelo, y yo me froto los brazos con las manos. Se me acelera el pulso conforme pasa el tiempo y él no dice nada. ¿Qué sabe? No es que no confíe en él, es que no lo conozco tanto como a Mikey. Que él lo sepa no me importa, porque al fin y al cabo, me acompañó tanto como Jade cuando estuve otra vez en el hospital. Es como mi mejor amigo. Y Gerard es como el hermano de mi mejor amigo con el que he hablado tres veces.

- Esto sé - me coge de la muñeca y me levanta el brazo, mientras que con la otra mano me sube la camiseta por la cadera, y deja al descubierto unos cortes bastante recientes.

- ¿Cómo...? - pregunto en un susurro, zafándome de sus manos y cubriéndome de nuevo la cadera.

- No soy estúpido, Liv - dice, tranquilo. - Cuando recogí a Mikey del hospital sé que eras tú la que estaba ahí, más que nada porque durante varios días Mikey no habló nada de ti, de si habíais hecho algo en clase. Además, hoy cuando has venido a mi casa y estabas a mi lado en el fregadero, se te ha levantado un poco la camiseta y lo he visto.

Lo miro, sin saber qué decir. Si Jade se entera de que lo sabe, me mata. Intento tranquilizar la situación diciendo que los cortes son más antiguos, que son de antes de que fuese al hospital.

- Liv, que no soy estúpido - dice, frotándose la barbilla. - Sé lo que son los cortes, y sé que esos son de hace tres días o menos. ¿Por qué lo haces?

Trago saliva y me siento en el porche, mirando al suelo. No me atrevo a dirigir mi mirada a la suya. No me atrevo a decir nada. Es la primera vez que alguien se da cuenta de algo así. Siempre lo había escondido. Inclusive, se lo he escondido a Jade, y ella parece no haberse dado cuenta de nada. De que estoy peor. De que necesito las terapias dobles otra vez.

Gerard se sienta a mi lado y suspira, mirando la carretera que tenemos delante. Al cabo de un rato me mira, y yo empiezo a llorar. No dice nada, me abraza y yo dejo que lo haga. Y dejo que acaricie con sus finos dedos las cicatrices de mis caderas con una mano, y las de mi muñeca izquierda con la otra. Es un contacto mínimo, apenas unos roces, y es tan dulce que me hace querer contarle todo lo que pienso.

- ¿Estás bien? - dice, al cabo de un rato, cuando he dejado de llorar. Asiento.

- Cuando era pequeña, las niñas de mi clase me insultaban a menudo, porque solía estar gordita - empiezo a decir. Gerard se incorpora y se apoya completamente en la pared, pero sin dejar de abrazarme y acariciarme -, y durante años quise adelgazar para ser como ellas, porque ellas estaban tan delgadas que no tenían problemas en los ejercicios de educación física, y yo tenía más peso del que debería para mi edad, y eso era un inconveniente. Mi padre decía que no era nada malo, que no debería pesar menos, porque si no sería una niña débil - suelto una risita -, y ahora soy débil, y no precisamente se debe a mi peso. Cuando tenía once años, casi doce, empecé a cortarme. Descubrí que era agradable hacerlo, porque descargaba ahí todo mi dolor, el dolor que sentía por ser rechazada y tachada de friki, sólo porque me gustaba ver cosas que los demás niños no veían. También dejé de comer - voy bajando la voz conforme voy hablando, y noto que Gerard me pega más a él, como muestra de apoyo -, y conforme el tiempo pasó... intenté suicidarme.

Se hace un silencio de unos treinta segundos entre los dos, en los que no sé si Gerard está pensando, está a punto de irse porque le doy repulsión, o simplemente no sabe qué contestar a eso. Decido seguir hablando.

- Me corté las venas, pero mi hermana llegó a casa antes de lo que esperaba, y me pilló. Me llevaron al hospital y consiguieron parar la hemorragia y estabilizarme. Después me llevaron al psiquiatra, y de ahí a rehabilitación durante casi un año. Dijeron que tenía trastornos bipolares de tipo II, y que además padecía depresión. Depresión a los doce años, todo un descubrimiento - Gerard apoya su mejilla encima de mi cabeza y deposita un pequeño beso ahí - El resto es historia. Seguí yendo a terapia y cortándome cuando me daban de nuevo las depresiones. Pero nunca llegué a hacerme nada más grave que a los doce años. Hasta hace unos meses, antes de entrar en la universidad. Me tomé catorce pastillas para dormir y las mezclé con una cerveza. De nuevo me pillaron, y me hicieron una limpieza de estómago. Volví a ir a terapia y a rehabilitación, y vuelta a empezar.

Gerard sigue callado y yo no sé si es porque definitivamente no sabe qué decir, o me está juzgando como una loca-psicópata-suicida. Entonces suspiro y le miro.

- Si le cuentas a alguien esto, mi hermana te castra - digo, intentando calmar el ambiente. Sonríe y me mira.

- ¿Confías en mí?

- Acabo de darte una biografía completa de mi vida - contesto, ladeando la cabeza.

- Gracias - susurra, y me abraza de nuevo.

Apoyo la cabeza en su pecho y dejo que juguetee con mi pelo hasta que vemos a un tímido sol saliendo por el horizonte, entre las casas. Suspiro y me aferro más a él, y siento cosas dentro de mi estómago. ¿Será posible...?

~

Pasan los meses  y los días en la universidad se me hacen cada vez más amenos. Hemos formado un grupo y siempre salimos juntos. Por un lado estamos las chicas: Jade, Christa, Alicia, Jamia (cuando salimos fuera de la universidad, ya que ella ya acabó su carrera) y yo. Y por otro lado los chicos: Harry (que no hace más que demostrar que le gusta Jade, y esta también lo demuestra, pero sin embargo por razones que desconozco no están juntos), Ray (lo mismo que Jamia), Mikey, Frank y Gerard (exactamente igual que Ray y Jamia). Él y yo no estamos juntos, por si acaso pensáis que es así. La misma noche en que me sinceré con él, se dio cuenta de que necesitaba conocerme, y yo me di cuenta de que necesitaba conocerlo a él. Así que aunque me gusta, y parece ser que yo a él también, aunque no lo sé, porque no me lo ha dicho, estamos como amigos. 

Sigo siendo como la mejor amiga de Mikey, y él sigue siendo como mi mejor amigo. Él me ayuda con Gerard, y yo le ayudo con Alicia, con la que he entablado una gran amistad. Es una chica genial, y me recuerda un poco a mí. En realidad, los quiero mucho a todos. Me hacen sentirme tan bien, que apenas voy a terapia. Salvo cuando necesito mis medicamentos.

La verdad es que a nuestro grupo de chicas se pueden unir Linda y Donna, las madres de Frank y Gerard, respectivamente. Siempre que vamos a ver una película a casa de alguno de ellos, se sientan con nosotros y empiezan a hablarnos y a contarnos cosas sobre sus hijos. Son geniales.

Jade y yo estamos haciendo la compra para nuestra casa y estoy cogiendo varios paquetes de palomitas de todos los tipos cuando me encuentro con Harry.

- ¡Liv! - dice, sonriendo. Me da un brevísimo abrazo y sonrío.

- ¿Qué haces por aquí? - pregunto.

- Bueno, te buscaba a ti. - Me sorprendo y ladeo la cabeza, expectante. - Voy a pedirle salir hoy a Jade - me dice, en tono confidencial. Asiento.

- ¿Cómo sabías que estábamos aquí? - pregunto, intrigada.

- Me lo ha dicho Gerard - asiento de nuevo. 

- ¿Y qué piensas hacer? - pregunto, sonriendo.

- Ahí es donde entras tú. Me tienes que ayudar.

~

- Hace tiempo que no te pasabas por aquí para esto, Liv - dice, colocándose sus gafas cuadradas.

- Lo sé. Pero tengo un problema.

- ¿Qué problema?

- Quiero a Gerard, pero no creo que podamos estar juntos.

- ¿Por qué?

- No quiero que pase de nuevo lo que ya pasó.

- ¿Te quiere?

- Creo que sí.

- Entonces no tiene por qué volver a pasar.

- ¿Y si pasa? Tuve que doblar la medicación por aquel hombre.

- Porque tú quisiste.

- ¿Bromeas?

- No, no bromeo con mis pacientes, Liv. Si aquel hombre se acostó contigo, fue porque tú se lo permitiste.

- Me violó... - empiezo a respirar rápido y el pulso se me acelera. Las lágrimas quieren salir de mis ojos y yo no se lo impido. 

- Tranquilízate, Liv, respira. Aquello fue hace mucho tiempo. Ya no está. Él está lejos de ti ahora. 

- Pero siempre va a estar ahí. ¿No lo entiendes? Era mi padre. Mi padre biológico... 

sábado, 16 de febrero de 2013

~4.

Hemos acabado de estudiar y Frank acaba de irse, porque Jamia le espera para ir al baile. Sí, es esta noche, y tal y como advirtió Jade, yo no tengo intención -ni permiso de su parte- para ir, así que no rechazo la oferta que Gerard me hace de tomarme un café con él en su casa.

- ¿Entonces no vas al baile? - niego con la cabeza, sentándome en una de las butacas.

- ¿Mikey irá? - dejo caer. Él echa café en la cafetera y hace un ruidito afirmativo. 

En ese momento veo que el aludido baja por la escalera, bastante formal, aunque con síntomas de haber estado resfriado. Le sonrío cuando da una vuelta sobre sí mismo y Gerard me sirve la taza de café. 

- ¿Qué tal estoy? - pregunta mirándonos, expectante.

- Estás genial - digo, bebiendo café. Miro a Gerard y veo que pone los ojos en blanco cuando su hermano empieza a decir que no es verdad. 

Sonrío y centro la atención en el café mientras los dos hermanos se despiden y Gerard le da unos consejos algo extraños a Mikey. Al cabo de unos minutos, Mikey se va con algo de prisa, y apenas se despide de mí. Gerard vuelve a la cocina -ya que lo había ido a acompañar hasta la puerta- y se empieza a reír.

- ¿Por qué te ríes? - le pregunto, confusa.

- ¿En serio crees que Mikey iba bien? - asiento, seria. Deja de reír y se sienta a mi lado. - Era broma. Es la primera vez que lo veo tan emocionado por un baile.

- ¿Va con alguien? 

- Claro. Una tal Alicia, no sé si la conocerás. 

- Sí - digo, bebiendo más café. - Gracias por el café.

- No hay de qué - dice, bebiendo del suyo.

Nos quedamos un rato en silencio, en el cual sólo se escucha la manecilla del reloj de la cocina sonar, y nuestras respiraciones tranquilas, acompasada la una con la otra. No es un silencio incómodo, es silencio. Y yo soy gran admiradora del silencio. Y parece que él también. Y entonces pienso en qué otras cosas tendremos más en común. Y su mirada me devuelve a la realidad.

- ¿Sabes? Pensaba que le gustabas a Mikey - dice, y yo me atraganto con el sorbo de café que acababa de dar. Toso, y él se ríe, mientras yo me pongo roja como un tomate de campo.

- ¿Por qué lo creías? - murmuro, tímida y nerviosa. Me tiembla la voz, y no sé por qué.

- No sé. Supongo que porque fuiste la primera amiga que hizo en la universidad - asiento y sigo bebiendo. 

Nos quedamos otra vez en silencio y oigo que suspira profundamente. Acaba de beberse el café y yo termino el mío. Es hora de irse. Me levanto de la butaca y me encamino al fregadero, cuando al dejar mi taza me doy cuenta de que estoy totalmente pegada a él por el lado izquierdo. Le miro, y veo que me mira impasible, serio. Y no sé si le molesta, o le hace sentir cosas igual que a mí. 

Me muevo rápido, y me dirijo a la puerta. Pero su voz me detiene antes de salir.

- ¿Qué vas a hacer esta noche? - pregunta.

- Iré a casa y leeré - contesto. Se acerca a mí hasta estar a medio metro de mí.

- ¿Quieres que vayamos al baile? 

¿Qué? Trago saliva e intento controlarme. ¿Me está invitando al baile? ¿Es eso posible? Dios mío. Respiro e intento concentrarme en darle una respuesta coherente que no suene a idioma extraterrestre, por el temblor de voz que tengo. 

- ¿Qué me dices? - vuelve a preguntar, esta vez más bajo.

- Claro - tartamudeo. Sonríe y alcanza su chupa de cuero. Se la pone y me mira. - ¿Lista? - asiento. Me agarra lentamente de la cintura y me empuja suavemente hacia delante, para que salga de la casa.

~

- No sabía que podías conducir - comento, cuando abre la puerta del copiloto y puedo salir fuera.

- Tengo el carnet desde hace años - contesta. 

Asiento y miro a todas las chicas (las pocas) que van entrando aún al baile. Tienen unos vestidos preciosos, y entonces me doy cuenta de cómo voy vestida yo. Unos vaqueros y una camisa de cuadros, con una camiseta de tirante debajo. Me inunda la vergüenza, y miro a Gerard, al que parece no importarle ir tan informal a un baile. Seguimos caminando hasta la entrada, cuando ya no puedo más y freno en seco.

- ¿Qué pasa? - me pregunta.

- No voy arreglada, y Jade me dijo que no viniese... - ríe y me coge de la mano.

- Pero Jade no está, ¿no? Si tanto caso quieres hacerle a un adulto, házmelo a mí. Agárrate a mi mano y no te separes. Sé lo que te pasa. No voy  a dejar que nadie te haga o te diga nada. 

Su voz transmite una confianza que me hace dudar, de que pueda ser real, y no sea mi propia hermana disfrazada de hombre. Asiento y me agarro a su mano tanto como puedo, sin apretar demasiado. Pero me sorprendo al ver que es él el que me aprieta más la mano, y yo me pego a su brazo. Entramos en la fiesta y al principio nadie nos presta atención. 

Miro a la gente alternativamente, y veo cómo se divierten. Algunos llevan varias copas de más, otros tantos sólo están contentillos, y aún les falta para emborracharse. Esa es la adolescencia. Salir de fiesta, emborracharte, y drogarte, porque sino, ya no eres guay o una persona que merezca la pena. Absurdo.

Cambian la canción (que no conocía, por cierto), para poner una más movida. Ponen Midnight City, de M83. La gente cambia su ritmo de baile, y le suben más el volumen, para que si no estamos ya sordos, nos quedemos sordos totalmente. Gerard me mira, y la luz empieza a bajar de intensidad. La voz del cantante se escucha perfectamente estemos en el lugar que estemos de la pista (y estoy segura de que a 80 kilómetros a la redonda, también se escucha perfectamente) y me doy cuenta de que Gerard me ha pegado a él. 

No somos los únicos que estamos bailando juntos. La canción es movidita, pero no tanto como para parecer una foca con ataque epiléptico bailando. Hace algunos movimientos invitándome a imitarlos, pero niego con la cabeza. No sé bailar, y no voy a aprender hoy. No se da por vencido y me coge las dos manos. Empieza a mover sus brazos, y por ende mueve los míos. Le miro, sonrojada, y agradezco que la luz sea tan tenue. 

Seguimos moviéndonos igual que el resto de las personas allí dentro, y dejamos que la música nos haga olvidar todo, hasta la ropa que llevamos puesta. Seguimos bailando hasta que la canción acaba, y yo me siento algo mal por ver cómo encienden de nuevo las luces y siguen la fiesta con otra canción que desconozco.

Gerard me guía fuera del cúmulo de gente bailando y nos encontramos a Jade de forma muy cariñosa con Harry. Me quedo parada, y veo que no me ha visto todavía. Pero el inteligente de Gerard (sí, inteligentísimo) me acerca a ella y de paso, veo que a su lado están Frank con Jamia, y Mikey con Alicia.

- ¡Liv! - grita Jade, por encima de la música. - ¡¿Qué demonios haces aquí?!

Me encojo de hombros y miro a Gerard. Veo que suspira y me coge del brazo. Gerard no se da cuenta porque se ha quedado hablando con Frank. Salimos fuera del edificio y mi hermana me mira, y sé que está enfadada.

- Te dije que no vinieses - me reprende.

- Me ha traído Gerard - digo en mi defensa.

- No creo que te haya puesto una pistola en la cabeza para que vinieses.

La miro y sonrío al acordarme del momento que acababa de interrumpir de Jade y Harry. Me mira confundida, pero acaba sonriendo.

- Con que Harry, eh... - dejo caer, sonriendo.

- Gerard Way... no sé cómo no me lo esperaba - reímos a la par y me abraza. - Espero que no lo hayáis hecho sin protección.

- ¡Jade! - la riño. Suelta una carcajada.

- Era broma. Sabes que no soy Frank - la miro mal y me empuja hacia la entrada del baile - Anda, vamos a bailar alguna canción tú y yo.

Y lo hacemos. Levels de Avicii.

~

Cuando llego al portal de mi casa, estoy enfadada con Jade por haberme mandado a casa, sin haberme podido despedir de Gerard. Me prometo llamarlo al día siguiente y miro mi reloj. Son casi las cinco de la madrugada. ¿Cuándo pensará venir esta mujer? Suspiro y meto la mano en mis pantalones, buscando mis llaves. No están. Miro en el bolsillo izquierdo. Tampoco están. Entonces busco en los bolsillos traseros, y tampoco están. Mierda, ¿dónde están mis llaves? Me doy la vuelta y miro por el suelo, como loca. Y al mirar hacia arriba, es cuando me doy cuenta de que hay alguien en el porche, conmigo. 

- Hola - saluda, sin dejar de mirarme.

- ¿Qué haces aquí, Gerard?

- Te has ido sin despedirte - dice, sin más. 

Sonrío y vuelvo a mi preocupación de perder mis llaves. Jade me va a matar.

- ¿Buscas esto? - pregunta, mostrándome un llavero en sus manos. ¡Mis llaves!

- ¿Qué haces con ellas? - pregunto, intentando cogerlas. Pero cierra su mano y las mete en su chaqueta. - Dámelas.

- Quiero algo a cambio.

- ¿Qué?

Se acerca un paso, y queda a pocos centímetros de mí. Se me acelera la respiración y me echo para atrás. Pero él vuelve a acercarse, y repetimos el proceso hasta que quedo pegada a la pared de mi casa, y no hay sitio para irme más hacia atrás.

Me coloca una de sus manos a la izquierda de mi cabeza, pegada a la pared. Le miro, y entonces caigo en la cuenta de qué es lo que quiere.