lunes, 25 de febrero de 2013

~11.

Ray se hace paso entre todos nosotros hasta que llega delante de Alex, serio y muy seguro de lo que va a pasar si obvia su presencia. Detrás de él van Bert y Bob, dos amigos de Gerard y Mikey, y además, Christa y Jamia, que vienen en dirección de Jade y mía, seguramente para llevarnos más lejos de aquí.

- Ray, cuánto tiempo - dice Alex, haciendo una mueca burlona. - ¿Cómo tú por aquí?

- Déjalos - se limita a decir Ray, calmado.

- ¿Y si no quiero?

- Te tragas tu propia dentadura - dice Bob, colocándose a la altura de Ray.

- Podéis empezar cuando queráis - contesta Alex.

Jade y yo ya nos hemos alejado unos metros cuando la pelea empieza de nuevo. Pero esta vez hay clara diferencia de quién gana y quién no. Ray, un chico muy calmado, está dejando claro que si te metes con sus amigos, te metes directamente con él. Nunca le había visto enfadado. Será mejor no hacerle enfadar nunca más.

Al cabo de unos minutos, muchos golpes y muchos moretones, la pelea para, siendo Alex el que se retira. Me acerco corriendo a Gerard, y en realidad, todas nos acercamos para ayudarles. Los que peor están son Gerard y Harry, y no quiero saber por qué.

- ¿Estás bien? - pregunta Gerard, que está sentado en el suelo, cubriéndose el torso con los brazos.

- Eso debería preguntarte yo a ti, melón - digo, examinándole la cara.

- Estoy bien - dice, mirándome.

Le abrazo tan suave como puedo, y veo a mi hermana hablando con Harry. Se abrazan, y después se besan. Sonrío y escondo la cara en el cuello de Gerard, mientras éste se queja bajito.

- Tenemos que ir a que os curen. A todos - dice Jamia, mirando preocupada a Frank.

- No es nada - dice Bert -. Nada que no se cure con una noche de fiesta.

Todos ríen y asiente, pero Jade y yo nos miramos, sin estar muy seguras de eso. Gerard y Harry estaban realmente mal, aunque quisieran aparentar lo contrario. Decido silenciosamente con Jade llevarlos a casa para curarlos.

~

- ¿Cuándo vuelve tu hermana? - pregunta Gerard, sentándose en el sillón con dificultad.

- No sé. Ha ido con Harry a casa de su primo Niall, así que de momento estamos solos - digo, trayendo el botiquín de primeros auxilios.

- ¿Me vas a curar? - pregunta, divertido.

- Los moretones no puedo curarlos, pero las demás heridas sí - contesto, sentádome a su lado.

- ¿Puedo preguntarte algo? - desinfecto un par de heridas y las curo antes de ponerles tiritas. Asiento. - ¿Dónde está tu padre ahora?

Me quedo mirándolo. No digo nada. No me atrevo a contarle nada. Cojo un par de vendas y se las coloco, una en la muñeca, y la otra tengo que ponérsela en el torso.

- Necesito que te quites la camiseta - murmuro, bajito.

- ¿Qué? - pregunta haciéndose el gracioso.

- Ya me has oído - me ruborizo y miro a otro lado. 

- Me tendrás que ayudar.

Le miro y asiento. Empieza a subirse la camiseta y yo le ayudo a quitársela sin hacerle demasiado daño. Intento no mirarle demasiado y sigo con lo mío. Le pongo crema para que se le baje la hinchazón, y empiezo a colocarle la venda.

- ¿Me vas a contestar? 

Suspiro, le coloco la venda y aparto el botiquín del sofá. Me cruzo de piernas y miro a la pared, organizando mi cabeza y mis ideas antes de hablar.

- Después de que mi padre me hiciera lo que me hizo, mi hermana cayó en depresión y yo entré en rehabilitación. Jade se fue con nuestra abuela durante los meses que yo estuve en rehabilitación, y aunque me visitaba a menudo diciendo que estaba bien, yo sabía que no lo estaba. No tenemos más familia, salvo mi madre, que se desentendió de nosotras durante esos meses, así que, la policía le contaba los avances sobre mi padre a mi psiquiatra, lo que además le venía perfecto para la terapia. - Suspiro -. Por lo que me contó, lo llevaron a juicio, y él admitió haberme violado. Lo condenaron a quince años de cárcel, y no volvimos a saber de él.

- ¿Pero...? - susurra él, cogiéndome de la mano.

- Un día le dieron la libertad condicional. Yo ya vivía con Jade y las cosas con mi madre estaban mejor, aunque ella se mudó a Canadá. Apareció en casa de mi abuela, buscándonos. Ella se negó a darle la dirección de nuestra casa al principio, pero finalmente accedió. Vino buscándome a mí, pero yo estaba en terapia, y mi hermana no quería hablar con él. Le pidió disculpas, y que sintiéndole mucho, iba a ir a buscarme. Mi hermana creyó que estando en la clínica no me haría nada, y que más vale que me dijera todo lo que me tenía que decir delante de mi doctor. Accedió a acompañarlo hasta mi clínica, y cuando salí, él estaba allí.

- ¿Jade lo acompañó?

- Mi doctor le dio la aprobación por haberlo hecho. Me dio un ataque de pánico nada más verlo, y tuvieron que sedarme. Las cosas estaban recientes en mi cabeza, y las voces aparecieron días después. Desde entonces él no volvió más.

Nos quedamos en silencio y él me acaricia el pelo, y me echo con cuidado sobre su pecho, intentando no hacerle daño. Noto que está sin camiseta pero tampoco me importa. Tengo la cabeza llena de los recuerdos de ese día y siento que me falta el aire. Intento tranquilizarme y Gerard nota que algo no va bien.

- Tranquilízate. Liv, intenta olvidarte de eso. No sé qué hacer ahora mismo, así que por favor intenta pensar en otra cosa - me acaricia y me susurra en el oído, pero yo sigo con las imágenes en mi cabeza.

~

Estoy escuchando música cuando escucho la puerta. Debe de ser papá. Dejo la tarea de Conocimiento del Medio, y voy a decirle hola. Pero veo que se tambalea. Nunca lo había visto así. Creo que quizá se ha hecho daño, así que me acerco para preguntar qué le ha pasado, y si necesita que le cure. Pero él dice que está bien.

- ¿Dónde está mamá? - pregunta, balbuceando.

- No sé - contesto. - Se ha ido hace unas horas.

- ¿Y Jade?

- Durmiendo - contesto.

- ¿Hace cuánto que se fue a dormir?

- Una hora y media, casi cuando se fue mamá.

Asiente y me coge de la mano. 

- Ven, voy a enseñarte una cosa.

Me lleva a su habitación. ¿Qué me querrá enseñar? Cierra la puerta y yo miro alrededor, pensando que habrá algún regalo. Hace poco que papá llegó de un viaje, así que quizá es eso lo que me quiere enseñar. 

Pero entonces veo que sonríe de forma rara y yo me asusto. Empieza a quitarme la ropa y yo no sé qué hacer. Intento que no lo haga pero él no me hace caso. Huele mal, y él sigue sin hacer caso a mis palabras. Cansado de intentar quitarme la ropa, me quita sólo la parte de abajo. Y entonces él se desviste, también de la parte de abajo. Me echa boca abajo en la cama y empiezo a llorar. Y grito el nombre de Jade, y yo sé que lo ha escuchado, porque alguien tiene que ayudarme. Sigo gritando y noto la sangre corriendo por el interior de mis muslos. Y sigo gritando. Y entonces alguien abre la puerta y quita a mi padre a puñetazos de encima de mí. Pero entonces ya es demasiado tarde. Papá me ha hecho daño, y me duele el cuerpo, ¿y por qué sangro? ¿Y por qué la policía entra a la habitación? Yo sigo llorando porque me duele. Pero no entiendo por qué lo ha hecho.

El decía que me quería más que a nadie.

Entonces mamá entra y le grita.

- ¡Desgraciado, hacerle eso a tu hija! ¡Yo te mato!

Jade me abraza, llorando, y yo me cubro. Sigo llorando y gritando, porque me duele de verdad. Y entonces el policía arresta a mi padre, con unas palabras que no tardaré en entender.

- Queda usted detenido por abuso sexual a un menor de edad.

~

Las lágrimas me recorren las mejillas y Gerard no sabe qué hacer. Me da pequeños besos en la sien, y yo intento olvidarlo todo cerrando los ojos. Pero hasta la oscuridad se vuelve mi enemiga. Veo todo más claro, siento de nuevo el dolor, y veo desde un ángulo externo los azotes que me daba cada vez que gritaba, y veo sus manos apretándome las muñecas cuando intentaba hacer que se estuviera quieto. Y no veo nada más. Y no escucho nada más, salvo una voz, en la lejanía, llamándome.

~

No le queda nada por lo que luchar, ni nada por lo que seguir viviendo cada día. Cada día es un buen día para morir, y por fin se ha quitado el miedo, lo va a hacer. Entonces recuerda los veranos que pasaba con sus padres y su hermana en la playa, jugando con la arena. Aquella vez que se le cayó la bola de helado al suelo, y su hermana le dio la suya. Recuerda lo feliz que era, y la vuelta que ha dado la vida. Allí sentada, en un balcón, espera pacientemente a que la muerte venga a buscarla. 

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